Sensorium Dei
Newton entendía el espacio como un continuo inconmensurable que sólo Dios podía percibir en su totalidad. Por eso lo llamó Sensorium Dei: el espacio sensitivo de Dios.
Para poder existir en ese lugar ilimitado, la humanidad tuvo que acotar esa extensión en parcelas de espacio y tiempo que tuviesen sentido, a escala de nosotros mismos. Troceamos el espacio en lugares con diferentes medidas y significados: mi planeta, mi país, mi ciudad, mi casa, mi habitación… Y, de igual forma, parcelamos el tiempo en unidades que se adaptan a nuestros propósitos y circunstancias: los años, cursos, unas jornadas, el rato que dura un café, el instante del ascensor… Nuestra realidad es, por tanto, una sucesión de eventos en el continuo espacio tiempo. Algunos son sólo nuestros, individuales, irrepetibles. Otros, decidimos compartirlos.
Hace un par de horas se ha ido del Instituto Tramontana Joan Tubau, un tipo de presencia, discurso y diálogo elegante. Hemos hablado mucho del tiempo, como moneda, como herramienta de trabajo y como artefacto para interpretar el mundo ¿Te acuerdas de Arrival, la peli de Villeneuve donde los extraterrestres nos regalan otra manera de procesar el tiempo?
Hace una semana y algo, estuve en Telmodice hablando con gente de diseño sobre lo digital. Les expuse una idea que me ronda mucho últimamente: todas las formas de diseño se definen por la naturaleza material de lo que crean (ropa el de moda, objetos el industrial, libros el editorial, pósters y visuales el gráfico…) menos el diseño de interacción, el digital, el nuestro, que no se puede definir por lo que crea porque lo crea todo: espacios, objetos, servicios, mensajes…. La diferencia del diseño digital, lo que lo hace distinto, es que sus creaciones no ocurren en el plano de lo material, sino en el de lo temporal. El diseño digital crea cosas que ocurren en el tiempo, que cambian, mutan, dialogan… Cosas que nos acompañan.
Bernardo de Chartres dijo, antes que nadie, eso de que caminamos a hombros de gigantes, refiriéndose a que los escolásticos se apoyaron en la filosofía y la ciencia (griegas y romanas, sobretodo) para avanzar en el conocimiento, para ver más que sus predecesores.
La idea, que luego le copia Newton y que Umberto Eco pone en boca de Guillermo de Baskerville, tiene connotaciones muy interesantes: para el campesino medieval que no conoce más que su día y su noche, sus veranos y sus inviernos, no existe la idea de futuro, pues la vida es cíclica y se copia, se repite a si misma. Sólo existe el nacimiento, la juventud y la vejez, en forma de segmento de ese anillo infinito. Pero cuando alguien decide aprender y descubrir, ensancha su espacio intelectual y con él la ventana de lo posible. El mañana pasa a poder ser diferente y por tanto mejorable. Y así creo yo que nace la idea de progreso, de que el tiempo no es un anillo sino una linea. Y no trabajamos para que hoy sea bueno, sino para que mañana sea mejor. Ojo, cuidado con la trampa.
La idea de tiempo, ese invento que da a luz la modernidad (o al revés), me ronda mucho, ya lo decía antes. De ella brota una estética, un imaginario y una industria. También una tecnología, ojo: el reloj crea unidades precisas de tiempo que se pueden cuantificar, vender —qué es sino la letra de cambio—, que se puede invertir, ahorrar… y robar, como agudamente señalaba Joan Tubau hace un ratito. Tanto me gusta la idea que le dedicamos un capítulo en el módulo 4 de Design Graduate, el más reflexivo, contextualizando en ella el diseño de lo digital, que como digo, es el diseño de artefactos que ocurren... En el tiempo. Ay, ¿será que el diseño de lo digital es entonces la forma de diseño más capitalista de todas?
Harina de otro costal es la idea de posteridad, que sí existe desde mucho más atrás y que conlleva poder dejar algo en el camino y que lo encuentren quienes pasen más tarde (poster, después). En esa forma de entender el tiempo, que Nolan retuerce con obsesión plateresca en sus películas, las cosas son diferentes: el tiempo no pasa por nosotros, sino nosotros por él. En Tenet (esa obra maestra) la tecnología no reinterpreta el flujo del tiempo, sino que lo revierte: un positrón es un electrón viajando hacia atrás en el tiempo. ¡Boom!
Los personajes de Tenet se matan por esa tecnología , los extraterrestres de Arrival son más altruistas y directamente nos la regalan: y eso que es su bien más preciado, su manera diferente de entender el continuo espaciotemporal, su propio sensorium alienum. Ese entendimiento de devenir les hacía una civilización superior, igual que nosotros nos sentimos superiores a los campesinos de la alta edad media que no tenían relojes y vivían según los ciclos del sol y del campo. Eso, sentirse superior moral, espiritual y culturalmente a los que estuvieron antes, simplemente porque tenemos acceso a más información o más tecnología, a mí me parece paternalista y hasta supremacista, tanto que me llego a enfadar cuando lo veo en nuestro entorno, tan dado a juzgar lo pasado con altivez. Luego me doy cuenta de que el rato dedicado a esa gente ha sido tiempo perdido, un gasto y no una inversión, un pasivo y no un activo que podría dar más y mejor tiempo después, como el ratito con Tubau de hoy.