Escribir ficción
Llevo varios años escuchando una vocecita en mi oído derecho, diciéndome lo mismo cada domingo por la tarde. Me las he apañado para ignorarla hasta que hace un mes decidí escucharla y conversar con ella:
— Javier, deberías escribir ficción, al menos probarlo. No es muy diferente de lo que ya haces, piénsalo: diseñar es disponer elementos para propiciar una escena. Cuando creas esa escena en tu cabeza, antes de empezar a diseñar, ¿no estás acaso haciendo un ejercicio de ficción?
— Pues tienes razón, pero cuando diseñamos no buscamos que la escena sea de ficción, sino que se vuelva real, que pase de nuestras cabezas a la realidad.
— Puede ser, pero eso no cambia lo esencial del asunto: en ambos casos, en la narrativa de ficción y en el diseño, tienes que definir un montón de variables y tienes que asegurarte de que todas mantienen coherencia entre si, ¿verdad?
— Vale, pero son formas de coherencia diferentes. Al diseñar persigo la integridad de lo diseñado, que haya una cierta continuidad y armonía entre la forma que tiene lo que diseño y la manera en que se comporta y resuelve la necesidad. Es una coherencia entre el usuario, la necesidad y lo diseñado. O, si quieres más precisión, de la necesidad hacia el usuario y su contexto por un lado y hacia el dispositivo y la interfaz por otro. La coherencia de la ficción es otra, más compleja y variable ¿no?
— Quizás. Quien escribe ficción tiene que procurar la coherencia entre los personajes, sus circunstancias, sus acciones… También debe procurar una cierta coherencia entre actos y consecuencias. ¿No hay mucho de eso en el diseño, cuando creáis procesos que son como diálogos, donde el usuario va “conversando” con el sistema para acabar viendo una película o confirmando una compra? Te diría que esos procesos y esos diálogos no son muy distintos de los que se desarrollan en una novela o un guión, por ejemplo.
— Ya veo por donde vas y me estás convenciendo. De hecho, cualquier buen relato debe tener, por encima de todo, verosimilitud; no realismo, ojo, sino verosimilitud. Es decir, que todo sea coherente entre sí, por muy fantástico que sea. Aceptamos que en un relato, una persona pueda volar, a sabiendas de que es imposible, sólo si la manera en que se nos cuenta es lógica, si cuando esa persona se mueve por el aire, se somete a las leyes de la física, a la inercia y todo eso. Esa coherencia es la que propicia la manida “suspensión de la incredulidad” ¿verdad? No es muy diferente en diseño digital: cuando creamos una animación, una microinteracción o un efecto concreto, tenemos que asegurarnos de que es verosímil, que la forma en que se despliega, la manera en que suena y la velocidad a la que aparece y desaparece son naturales. Tanto usuario como diseñador sabemos que ese artificio no es real, que en la pantalla no está apareciendo confettti cuando se confirma una acción o que el scroll no esconde cosas en la parte de debajo del móvil, pero aceptamos esa ficción porque nos ayuda a comunicar algo, a reforzar una idea. ¿Te refieres a eso?
— ¡Sí, justo a eso! Añadiré otro argumento para animarte a escribir ficción: los diseñadores estáis todo el día diciendo que estudiáis a las personas. Hasta creáis documentos donde describís a personas imaginarias para justificar vuestras decisiones de diseño. ¿No crees que crear esos personajes desde cero, con toda su complejidad y en una situación completamente fabricada, sería un ejercicio antropológico aún más poderoso?
— Desde luego. Además, la gente que escribe bien siempre dice que crear un personaje requiere definir cuestiones de esa persona que puede que no salgan en el relato, pero que, al ser tenidas en cuenta, le dan más redondez y veracidad al personaje.
— Pues no sé a qué esperas, Javier. Parece que lo tienes claro ¡Ponte ya a escribir!
— Tienes toda la razón. Debería escribir algo de ficción, pero claro, escribir sin publicar, sin exponer lo escrito a los ojos de otros, se me hace algo estéril. Y publicar… Me puede el pudor, la verdad.
— No me cuentes rollos; si eres capaz de diseñar ecosistemas digitales, deberías ser capaz de diseñar universos inventados. Te costará, claro, pero ¿no estáis todo el día diciendo que nunca hay que dejar de aprender? Pues ea, ponte a ello.
— Venga, sí, me has convencido. Tengo algunas ideas y esbozos que voy a convertir ya en relatos. Además, escribir ensayo no me cuesta, me ordena el pensamiento. Quizás escribir ficción me lo ensanche.
— Muy bien, Javier. Además, apuesto a que más de una persona de las que te leen por aquí, o de las que lees tú cuando escriben sobre diseño, están en una situación similar, con las ganas aún reprimidas. Quizás eso sirva para que se animen. Hasta podríais crear algún grupo, alguna comunidad de diseñadores y diseñadoras que escriben ficción.
— Es una idea brillante. Lo mencionaré por aquí a ver si alguien se apunta. Gracias por esta conversación y gracias por haberte mantenido ahí, paciente, estos dos años, vocecita. Hale, has ganado, ya puedes retirarte e ir a darle la chapa a otro.
Mnemosyn
Hace un mes empecé a publicar un relato de ciencia ficción titulado Mnemosyn. En él, un tipo al que las cosas no le van especialmente bien, empieza a recibir emails desde 1999, de alguien que dice ser su yo del futuro, que se ha desplazado al pasado. La historia cruza las miradas de tres personajes que son el mismo: el David universitario, el adulto y el anciano, cada uno con sus motivaciones y sus contextos, en mitad de un misterio: ¿Qué ha provocado realmente Mnemosyn?
Puedes ponerte al día de la historia aquí y suscribirte para recibir las entregas que faltan hasta el desenlace, que ocurrirá en unas semanas.
Diseños y relatos
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Cuando seamos suficientes (media docena, no sé), me comprometo a montar un grupito privado en el que podamos compartir experiencias, textos, ideas... para ayudarnos en esta afición tan hermosa y tan cercana al diseño. Ya veremos cómo o dónde. Por ahora, el único requisito es que queramos escribir ficción y estemos dispuestos a hacerlo :)