Whisky Tango Romeo (texto

Whisky Tango Romeo 21
Whisky Tango Romeo 21
Whisky Tango Romeo 21

Seiscientos once, quince.
Setencientos cuarenta y nueve, treinta y nueve.
Cero cuarenta y tres, cuarenta y tres.
Quinientos ochenta y tres, veintiocho.
Cuatrocientos uno, veintiuno.

La voz suena lejana, sucia, como casi todo en la onda corta. Tengo que usar auriculares para escuchar los números con claridad. Con una mano sostengo mi radio, con la otra, anoto los números en una libreta de bolsillo.

El viento ha cambiado y ya se ha perdido ese aroma característico de Jeddah, mezcla de especias y polvo. Ahora llegan bocanadas nauseabundas de aire caliente desde Port Sudan, hacia donde nos dirigimos. El olor a basura quemada y pescado podrido empieza a ser insoportable, me cuesta evitar las arcadas.

La pestilencia de los puertos sudaneses me devuelve a mi infancia en Pamplona, a la tienda de ultramarinos de don Cosme, que tenía siempre una caja de arenques abierta en la entrada. Recuerdo visitarla con mi abuela para comprar allí las latas de mejillones y atún en conserva. Me llevaba engañado, a sabiendas de que si me preguntaba yo me negaría. “Vamos a por un bollo de leche al horno de Francisca, Luisito”, me decía. Y yo consentía porque la quería mucho y, aunque tenía apenas siete años, entendía que su motivación no eran ni las conservas ni el bollo de leche, sino presumir de nieto frente al tendero y la panadera. Toleraba ese olor, sin soltar la mano de mi abuela, a sabiendas de que tras los ultramarinos vendría el bollo y, con suerte, una chocolatina.

Se me acerca un marinero, curioso por saber qué estoy escuchando, imagino que sorprendido porque esté tomando notas. —tengo que ser más discreto— me digo a mí mismo. Me pregunta en español, aunque su acento le delata como portugués. Le respondo que previsiones metereologicas, tratando de cubrir con la mano mis anotaciones. Me responde algo acerca del calor y se da la vuelta mientras gira los ojos hacia el cielo, dando a entender que me preocupo por cosas sin sentido.

La interrupción del marinero me ha costado perder dos bloques de números. Cada uno corresponde a una letra, pero hasta que no recomponga todo el mensaje no sabré si necesito recuperarlos en la segunda transmisión, a las ocho de la noche.

El mismo mensaje se emite seis veces al día, cada cuatro horas. Cada hora tiene asignada una frecuencia diferente. De este modo, si tengo que interrumpir la recepción por algún contratiempo, siempre puedo retomarla cuatro horas después. Este sistema también es útil cuando la propagación de radio no es buena en algunas zonas del espectro de radio. En esos casos, espero cuatro horas y sintonizo en otra franja del dial menos propensa a interferencias o ruido atmosférico.

La transmisión empieza y termina siempre con un fragmento de “No llores por mí, Argentina”, sin letra y a piano. Esa melodía me sirve para identificar la señal en el mar de mensajes y sonidos de la onda corta.

Me imagino al tipo de la Oficina de Transmisiones que la eligió, pensando que era original de Paloma San Basilio. Sería un carca nostálgico, de esos que aún quedan en la casa y que en los setenta tenían más poder, más pelo y menos panza, uno de esos que siguen fumando en la oficina, casi siempre  Winston de contrabando. Lo imagino pegando bocanadas al cigarrillo, mientras tararea mal la melodía, haciendo sentir vergüenza a los técnicos de comunicaciones más jóvenes.

He llegado a Jeddah desde Madrid, en un vuelo comercial, esta misma mañana. En la terminal me esperaba un taxi con una persona del consulado español, que me ha entregado una maleta y me ha llevado directo al puerto.

En Port Sudan me encontraré con un representante de las fuerzas armadas de Eritrea, con quien debo negociar una venta de armamento español. El conflicto entre etíopes y eritreos parece haberse calmado, pero si vis pacem para bellum. Los eritreos quieren aprovechar la calma para asegurarse una posición fuerte ante posibles (y probables) reescaladas y la munición española es parte de su lista de la compra.

Me gustan las misiones en esta región. Me siento como alguien de paso por el lejano oeste que entra al Saloon a calmar su sed y nota la tensión en el ambiente. Un día hay un duelo entre facciones, otro un tiroteo entre el Sheriff y el bandido y, de fondo, peleas habituales en las que vuelan sillas, botellas y mamporros. Así es el Cuerno de África.

El origen de todo este jaleo es difícil de entender. Nada, ni los despachos diplomáticos ni informes de riesgo que generan los analistas del Centro, pueden contarte lo que pasa aquí de verdad. Necesitas venir aquí y ver cómo se hablan, pero sobre todo, cómo se miran unos a otros.

Por resumirlo, diré que lindando con Eritrea, el norte y el sur de Sudán andan a la greña por viejas opresiones. Los del norte, que se denominan árabes —aunque sean de piel oscura— llevan años esclavizando y sometiendo a los del sur, de talante y aspecto más… ‘africano’. En los últimos años, a los del sur se le han hinchado las narices, se les ha acabado la paciencia y han plantado cara, sobre todo desde que se están abriendo yacimientos de petroleo en el sur.

Para los eritreos soy un broker de armamento gibraltareño, para el CESID soy WTR (Whisky Tango Romeo), pero para la tripulación del Monte Igueldo soy Carlos Irigoyen, un Ingeniero de la naviera Ibaizabal. Hace una semana fueron informados de que embarcaría en Jeddah para revisar los sistemas de filtrado y tomar algunas mediciones en el buque. Tienen orden de dejarme hacer sin molestar demasiado y, por el trato que me dan a bordo, creo que el capitán ha trasladado la orden muy claramente a la marinería.

En el armario del camarote he dejado la maleta Pelikan hermética que me entregaron hace unas horas, asegurada con un cierre extra. En ella va un equipo de medición y, escondidas entre la espuma protectora, muestras de munición de gran calibre que los eritreos querrán probar antes de hacer su pedido, que alguien del ministerio trasladará a EXPAL, MAXAM o algún otro fabricante de explosivos nacional. El pedido llegará en algún contenedor en cuestión de semanas y desde Djibuti será revendido, sin siquiera ser abierto, a los sudaneses de uno u otro bando. Nosotros lo sabemos, pero disimulamos porque… Ce sont vos affaires.

Además de la maleta negra, llevo una mochila con algo de ropa, efectos personales, la radio y un libro muy importante: “Naufrago voluntario” de Jacques Bombard. En la Oficina Nacional de Transmisiones, en Madrid, hay un operador con el mismo libro en su mesa.

El operador convierte cada letra del mensaje que me envían en un número, según el lugar de la letra y la página del libro de Bombard. Así, una F podría convertirse en 134 26, por ser la letra 134 de la página 26.

Él operador recibe los mensajes que debe retransmitir y los codifica según el sistema de libro, la secuencia de números pasa a un locutor, que graba el mensaje. Ese audio se emite después desde las antenas de Radio Nacional del centro de Noblejas y desde ahí llega a mi transistor. Y al de mucha más gente, pero nadie sabe que sin el libro de Bombard el mensaje es indescifrable.

Un día sustituirán Evita por otra melodía y me alegraré porque al tipo de la Oficina de Transmisiones lo habrán jubilado. Lo que no creo que jubilen es este sistema de onda corta, más discreto y seguro que cualquier equipo satelital.

Puedo reemplazar el transistor por otro, si lo pierdo. Pero no puedo reemplazar el libro. Podría encontrar, buscando mucho, una copia en francés, pero para que el sistema de ‘doble libro’ funcione tiene que usarse la misma edición, del mismo año, con el mismo número de páginas. Que sea una edición antigua de 1966 le da un extra de seguridad a nuestras comunicaciones, además de cierto encanto bibliófilo.

Es el libro, y no la radio, la herramienta clave de mi operación. En unos minutos bajaré a mi camarote y abriré sus páginas. Ellas me irán dictando, entreveradas en la narración marinera de Bombard, las letras del lugar, la hora y el contacto con el que debo encontrarme en Port Sudan.

Me quedo unos minutos más aquí arriba, viendo atardecer. No hay luz como esta en el mundo ni sensación igual a la de este momento.

Veintiuno, fin, veintiuno, fin, veintiuno fin.


Espero que te haya gustado este relato, el primero que además publico en formato audio. Aunque la historia es de ficción, las grabaciones de radio que he empleado son reales.

Desde 1992 a 1996, Akin Fernandez grabó multitud de retransmisiones espías, codificadas y emitidas a través de onda corta a los operativos de diversas agencias de inteligencia. A esas emisoras se las conoce como estaciones de números y aún hoy siguen empleándose en las comunicaciones del espionaje internacional.

En 1997, publicó sus grabaciones en cuatro CD’s, bajo el nombre de The Conet Project. Hoy, libres para descarga, pueden escucharse en multitud de sitios web. Sin embargo, nadie ha podido descifrar el contenido de sus mensajes.

WHISKY TANGO ROMEO

Whisky Tango Romeo es mi primer audiorelato de ficción. Lo he creado con grabaciones reales de los años 90, música ambiental y mi propia voz para locutarlo.

Lo empecé con el objetivo de medir el esfuerzo que me supondría trasladar Mnemosyn al mismo formato pero, a medida que avanzaba, según iba eligiendo la música y añadiendo los efectos especiales, disfrutaba cada vez más, hasta olvidarme del objetivo inicial.

Si lo escuchas, te recomiendo que te quedes hasta el final. Tras relato de ficción, hay un minuto de ‘realidad’ en el que hablo de los audios empleados y comparto algo de historia acerca del proyecto Conet.

Por favor, si te gusta y querrías recibir más, dímelo de alguna manera: mediante un like en Spotify /Substack, un comentario o un mensaje privado; te estaré agradecido de verdad. Soy novato en estos temas y tengo tanto entusiasmo creando estas historias como dudas e inseguridades acerca de si compartirlas o cómo hacerlo.

Tres satisfacciones

La radioafición, tal y como la practico, tiene tres momentos muy especiales que ocurren consecutivamente:

El primero se da cuando escucho la llamada de una estación de radio remota respecto a mi ubicación: Jordania, Zimbabwe o Islas Malvinas. Para que ocurra han confluido varios factores de forma muy efímera y hay que aprovecharlo. En esos momentos siento excitación ¿Seré capaz de contactar con esa persona?

La segunda satisfacción ocurre cuando logro hacerlo. Respondo a la llamada con mi indicativo y si mi señal se recibe bien, iniciamos un intercambio. A menudo la emoción hace que me cueste seguir el protocolo de conversación. Estoy trasladando mi voz hasta la otra punta del globo, sin intermediarios, con la energía de una bombilla y un alambre. El logro técnico es asombroso y me embriaga cada vez que ocurre. Me da igual que me lo expliquen cien veces, para mí sigue siendo magia.

Horas después, ya frente al ordenador, indago acerca de ese lugar remoto. ¿En qué aldea vive esa persona? ¿Dónde hace la compra? ¿Qué clase de bares hay allí? ¿Cómo son las calles? ¿A qué se dedican, de qué viven? ¿Cómo serán sus sábados por la tarde o sus lunes por la mañana? esa es la tercera satisfacción. Google Maps y Youtube me trasladan a lugares en los que muy probablemente nunca vaya a estar, pero donde tengo a un cómplice que, quizás sin saberlo, me ha abierto una ventanita a su mundo.

Cada una de esas lineas es un portal que va desde mi equipo de radio a otro lugar del mundo. Su apertura es esporádica, pero una vez que las he registrado, nunca terminan de cerrarse.

Tormenta inminente

Acaban de producirse dos erupciones solares importantes, casi simultáneas. Se espera que las subsiguientes tormentas solares alcancen la tierra esta noche. La doctora Tamitha Skov lo ha descrito de una forma muy evocadora:

Una ráfaga de ametralladora solar que terminará en dos puñetazos de nivel 1,2 a la Tierra.

Al escuchárselo a la Dra. Skov, lo primero que he pensado es que menudo dominio de la retórica y el verbo. Lo que un científico cualquiera te cuenta con datos aburridos, ella lo vuelve evocador y fácilmente imaginable. Ahí está la grandeza divulgadora de esta profesional: consigue contar la radiación electromagnética, que es invisible e imperceptible por nuestro cuerpo, como ráfagas que terminan en dos puñetazos ¡Pum, pum!, algo que sí vemos y podemos sentir. 

Aquí la doctora Skov dando el parte meteorológico espacial.

Da lo mismo que tengamos que describir los efectos de la próxima erupción solar, redactar una carta al rey de Marruecos o explicar el valor de una propuesta; a menudo —y más en unas profesiones que otras— trabajamos con conceptos, ideas y números cuyo valor nos cuesta trasladar porque son intangibles: ni se ven ni se sienten. Por eso, precisamente, creamos el Programa de Diseño Verbal de Iván Leal que empieza pronto. Saber contar, elegir y combinar las palabras, explicar, emocionar, legitimar…

La retórica de Aristóteles ¿recuerdas? No sólo es necesario para nuestras profesiones, sino que es diferenciador. Para mi lo ha sido y cada vez lo tengo más claro: la herramienta más poderosa de alguien que quiere que pasen cosas es el bloc de notas. No sólo para modelar el discurso hacia otros, sino para modelar el pensamiento hacia uno mismo.

Pero volvamos a la tormenta solar y a los puñetazos de radiación. Según la NASA, llegarán entre las once de la noche y las 4-5 de la madrugada.

¡Pum, pum!

Los efectos previstos son variados y siempre entretenidos: alta probabilidad de auroras boreales en las latitudes norte y sur y algo menor, pero también notable, en las medias. Si vives en una zona con buena vista del horizonte, quizás te compense levantarte mañana antes de que amanezca. 

La tormenta afectará especialmente a los satélites, por lo que se esperan interrupciones de las señales de GPS en ciertos momentos del día. Además, las comunicaciones de radio se alterarán mucho. Las frecuencias más altas (UHF y VHF) pueden sufrir apagones temporales y en onda corta, que es donde está la diversión, la propagación tendrá patrones inesperados. En otras palabras, las ondas de radio andarán como borrachas:unas de subidón, otras de bajón y otras haciendo cosas raras. ¿No es maravilloso?

A estas alturas ya lo habrás pensado: no cabe ninguna duda de que si una tormenta solar afecta a las radiocomunicaciones, es más que seguro que también lo haga a las personas ¿verdad? Yo también lo creo.

“Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Y habrá terror y grandes señales del cielo”
Lucas 21:11

Me debato entre irme al refugio, encender el fuego y la emisora o quedarme en la ciudad expectante.

¡Pum, pum!

Las bandas estaban abiertas

Hay momentos en los que las ondas de radio viajan mucho más lejos y de formas libres y caprichosas. Se sabe que influye la radiación solar, lo cargada que esté la ionosfera y hasta las condiciones meteorológicas, pero no deja de tener cierto misterio.

Hoy era uno de esos días y he podido hablar con Sergei (R3XE), que vive al norte de Moscú, emitiendo los dos con menos potencia que la que consume una bombilla.

En argot de radioaficionado, hoy las bandas estaban abiertas.

Predecimos las condiciones de propagación de forma parecida a como se predecía el tiempo hace cien años: de forma tosca, poco acertada y aceptando con naturalidad el misterio en lo que se nos escapa.

La serendipia llega al punto de que hay bandas (tramos del espectro) que cuando se “abren” pueden dejar entrar ciertas ondas en un lugar del globo y soltarlas en otro, sin que se las reciba por el camino, como si entrasen por un portal a otra dimensión y fueran expulsadas por otro de vuelta. Para que lo visualices: alguien emite un mensaje desde Morata de Tajuña y otra persona lo recibe en Wakanui, Nueva Zelanda. Siete minutos después, esa banda se cierra y la comunicación vuelve a ser imposible. Nadie sabe cuando volverá a abrirse o qué lugares comunicará la siguente vez.

Los radioaficionados son, por lo general, de mente técnica. No es mi caso. Siendo un ignorante de lo físico y lo eléctrico, prefiero disfrutar del misterio, de esa belleza fortuita que imagino como rompimientos de gloria en lo radioeléctrico. Me decanto por ver en ello la mano de Dios.

Dicen que los ciclos solares son de once años y que acaba de terminar uno muy malo, que el que empieza promete ser bueno y tendremos más momentos así. 

Quién sabe, quizás se abran también las bandas del diseño, que lleva demasiado tiempo pendiente de las mismas ideas y mirando a los mismos lugares. Y quizás, cuando ocurra, sepamos tejer más conexiones con otras ideas, momentos y lugares.

Frecuencias mediterráneas

Tenía catorce años y mis padres me habían mandado a un internado franciscano, uno con claustro gótico y habitaciones austeras, sin posibilidad de posters en las paredes y con apagado de luces a las diez de la noche. Alejado de mi casa, de mis amigos y a oscuras, las noches se me hacían eternas. Un transistor de 500 pesetas me salvó la vida.

Desde entonces no concibo la soledad sin el sonido de una radio. Podría enumerar todos y cada uno de los momentos en que más solo he estado, por imposición o deseo, junto al aparato de radio y el tipo de emisión que me ha acompañado. Las voces me mantienen conectado con la sociedad como un cordón umbilical, como la línea de vida de un espeleólogo que se adentrase en la oscuridad de una cueva. Hay algo placentero ahí que me cuesta describir.

Hace unos días, volvíamos de pasar parte de la Navidad en Mallorca, en familia, y en mitad del trayecto de ferry me salí un rato a cubierta y probé a sintonizar la onda corta con un pequeño receptor. 

Las conversaciones de radioaficionados de todo el continente (llegué a escuchar hasta de Lituania) y las emisoras remotas brotaban como flores en primavera. En mitad del mar, sin cobertura de móvil, sintiéndome alejado del mundo pero notándolo vivo.

Me he venido unos días al refugio a ordenar ideas. Enfoques.net, nuestra plataforma de cursos en video, ha empezado a rodar con fuerza y se hace oportuno ampliar el capital del Instituto Tramontana a algunas personas que quieren invertir. Decidir los pasos y saber explicarlos es de lo más importante que haré en 2022. Más me vale tenerlo bien meditado. 

El refugio me da ese tipo de momentos de aislamiento radiofónico, más desde que me saqué la licencia de radioaficionado y disfruto de la sensación de poder estar donde nadie me ve ni me oye, en una aldea cuasi-abandonada, pero pudiendo hablar con alguien que está en otro continente. Las ondas salen de la antena y rebotan en tierra, mar y cielo hasta llegar a un desconocido que contesta, intercambia algo de conversación y me desea feliz Navidad antes de cerrar con un “73”, que es la manera de despedirse cordialmente entre radioaficionados.

Otro placer solitario que alterno con el anterior es escuchar Voice of Greece al atardecer. Hoy más, pues las voces mediterráneas me recordaban los cantos del campo de mi tierra. Me refiero a esto:

No podemos evitarlo, el Mediterráneo es uno y único. Su manera de sentir el deber, el placer y el dolor suena en una frecuencia que llevamos sintonizada por defecto. Intuyo cerca el día en que convertiremos eso en un impulso y un motivo para crear conforme a sus (nuestros) propios códigos.