Comunión, complicidad, inmersión

¿Si no queda más remedio que enseñar en remoto, cuál es la mejor forma posible de formar a quienes crean productos y servicios, dados los medios que tenemos?

Llevo años enseñando diseño presencialmente pero también con algunas experiencias online en varias universidades y escuelas, algo que me ha generado muchísimas dudas y escepticismo. Mi posición inicial siempre ha sido “no enseño online si podemos hacerlo presencialmente”, pero la pandemia cambia las reglas del juego. Ahora no queda más remedio.

Ahora bien… No todo vale. O lo hacemos bien, o no lo hacemos. Y puestos a hacerlo… ¿Habrá forma, por raro que suene, de unir la sensatez y la sabiduría de Gregorio Luri con los sueños electrónicos de McLuhan?

En el proceso de enseñar y aprender influye lo metodológico, los contenidos y materias, lo personal, lo ambiental y lo contextual… No quiero hablar ahora de todos esos aspectos, sino de algunos, los que por mi experiencia con grupos pequeños de aprendizaje avanzado han sido más relevantes: comunión, complicidad e inmersión.


Comunión

No me estoy refiriendo al sacramento de la eucaristía, sino a profesar, en un momento y un lugar común, una creencia compartida en algo.

Cuando un grupo de personas se une en un lugar, con una intención y ritualiza el momento, con gestos, costumbres y pequeñas liturgias, crea una atmósfera propicia al propósito que se haya marcado. Puede ser antes de un partido de baloncesto, cuando padre e hijo preparan una salida de pesca juntos o al sentarse una familia a la mesa, en una ocasión especial. En nuestro caso, el momento es al disponernos a estudiar, practicar y aprender una disciplina.

Un alumno del año pasado me dijo, tras el confinamiento, que ir clase los viernes era especial para él, era como ir ‘al templo’. Metáforas religiosas aparte, lo cierto es que llegar a la sede del Instituto Tramontana , con esa luz de atardecer que tanto acaricia, ir preparándonos los cafés, ponernos al día, silenciar los móviles y acomodarnos en los sillones… Todo ese ritual informal propicia ese sentido de comunión.

¿Se puede lograr esa comunión en remoto? Con los medios que tenemos hoy, a 2020, mi sensación es que no, no con un grupo que no se ha conocido antes en persona.


Complicidad

Cuenta Slavoj Žižek —para nada santo de mi devoción— que el racismo y la xenofobia terminan cuando un blanco y un negro (o un local y un extranjero) hacen una broma sobre sus esposas y se ríen juntos. En ese momento, según Žižek, ambos hombres se han igualado. Ese humor, aunque políticamente incorrecto, ha creado una complicidad entre ellos que les une en un plano de equidad.

No es distinto en un grupo que comparte propósito de aprendizaje. El humor, las bromas, enseñar los dolores y las cicatrices, a menudo propiciados por una copa de vino… Todos esos son mecanismos de complicidad que pueden hacerse cara a cara y que difícilmente podamos hacer en remoto. Todos ellos nos igualan, nos sitúan en la misma dirección, en el mismo ángulo, hacia aquello que hemos venido a hacer.

Alumnos del programa de Dirección de Producto, en una clase que impartía Roberto Heredia, CEO de Muroexe.

Alumnos del programa de Dirección de Producto, en una clase que impartía Roberto Heredia, CEO de Muroexe.

De nuevo, lograr complicidad con un grupo que no se conoce en persona es complicado, si no imposible. Las pantallas son ventanas muy pequeñas y nos preocupa más lo que escondemos que lo que enseñamos. Más que a una clase presencial, lo online a menudo se parece más a la sala de espera de la consulta del médico, donde compartimos dolencias con el de al lado, pero en lugar de complicidad experimentamos recelo.


Inmersión

Uno de los errores más comunes entre quienes crean entornos interactivos es confundir inmersión con simulación. Queremos que alguien se sienta en un lugar y para ello construimos una réplica torpe, una maqueta a escala hecha de píxeles de lo que nuestros ojos ven en el original. A menudo, la simulación sólo lleva al valle inquietante.

La inmersión, sin embargo, se logra ‘engañando’ al cerebro mediante todos los sentidos y no sólo uno. A menudo, para que sintamos presencia en un lugar importan más las evocaciones que la literalidad. Los olores y los sonidos suelen ser mejores evocadores que lo visual. Una grabación binaural escuchada con los ojos cerrados nos transporta mejor y nos hace sentir más que una imagen de 100 pulgadas pero con mal sonido. Si te interesa conocer mejor los mecanismos de la inmersión, te recomiendo estos videos del canal Interacción de Tramontana (están en abierto).

Un busto parlante en una pantalla, enfrentado a docenas de otros bustitos, en mosaico, con un audio infame, sin sentido de contexto ni profundidad, es todo menos inmersivo. Lo hemos vivido cientos de veces estos meses en zooms, skypes y similares. Son la peor versión de una reunión agotadora en la que te obligasen a mirar siempre a la cara a tu interlocutor: te sangran los ojos.

Inmersión requiere de completa atención y foco. El entorno digital, sin embargo, propicia la fragmentación infinita de la atención: ventanas, pestañas, notificaciones…

¿Debe ser quizás la TV,  y no el PC, el soporte para el aprendizaje en remoto?

Para que haya inmersión cognitiva debe haberla antes sensorial. Más como una partida de Fortnite que como un Zoom, más como una película que como un Moodle.

A partir de septiembre, condicionados por la situación de pandemia, empezaremos a impartir cursos en modalidad presencial y remoto a la vez (pdf): pocas personas en la sala (pero que haya) y un grupo que se conecta en remoto. 

Esquema del rodaje y retransmisión de cursos en la sala grande del Instituto Tramontana, respetando distancias de seguridad.

Esquema del rodaje y retransmisión de cursos en la sala grande del Instituto Tramontana, respetando distancias de seguridad.

Somos conscientes de que no lograremos comunión ni complicidad entre quienes estén en remoto, pero queremos ir avanzando en poder hacer una experiencia más inmersiva. Por el momento, vamos a hacer una producción audiovisual más completa, con varias cámaras, sonido profesional y realización en directo. Más pensada para ser vista desde el salón de casa, con toda la atención, que desde la pantalla del ordenador, en la pestaña nº7.

No será perfecto, habremos mejorado un poquito la inmersividad, pero nada la complicidad o el sentido de comunión entre alumnos; lo tenemos presente.

Seguimos pensando en ello. Queda mucho que observar, estudiar, aprender y mejorar.

¿Eames vs Aicher?

Con el permiso de Mark Mackay, publico el comentario que hizo al post “Clasicismo versus Barroco, una clasificación para lo humano”, pues me ha parecido, como todo lo que hace y escribe Mark, rico, entretenido y que aporta ángulos nuevos para mí.


Eames vs Aicher?

Me pregunto si en esta clasificación Charles Eames entra dentro del barroco. Me acuerdo mucho de aicher honestamente intentando descifrar a Eames en "el mundo como proyecto" y le parece increíble que tal hombre no ande intentando crear a partir de la razón. No es un arquitecto con un manifiesto bajo el brazo intentando resolver los problemas del mundo, y sin embargo produce muebles indiscutiblemente modernos con una espontaneidad inexplicable.

La explicación que da aicher es que Eames se ciñe a las posibilidades de la técnica: como ahora Apple, observa cómo se fabrican las cosas y sabe lo que es posible en términos de producción masiva. Si no mal recuerdo, se le encargó a Eames replicar cierta tablilla inmovilizadora que originalmente se hacía en metal, pero como era la guerra, tenía que imitar las curvas en madera. 

Esto, supongo, lo podrían hacer carpinteros rebajando un bloque de madera a la forma deseada, pero, en la absurda existencia de la humanidad, estos carpinteros probablemente estaban diridos por algún comandante que nada sabe de técnica, y si su oficio no era cargar un rifle, ya estaban corriendo con suerte.

A través de prueba y error con métodos manuales (humedeciendo las láminas de madera con vapor caliente y luego dando forma) llegó a una solución que se podía traducir a los procesos industriales. Ignoro cómo fue en su inicio, pero ahora es una gran máquina que prensa la madera al tiempo que echa vapor e impresiona verlo.

Ahora entiendo que aicher realmente no comprendía a Eames. No recuerdo si él mismo lo admite, es probable que sí. Eames era sensual, curioso, juguetón, y su creatividad es enteramente empírica, mientras que aicher es mental, ideológico, juicioso, y su creatividad es enteramente racional.

Eames es incomprensible para él, y como no iba a ser, si Eames mucho tiempo quiso ser payaso de circo en lugar de arquitecto! Recuerdo un comentario cruel de Spiekermann respecto a Rotis: la e minúscula con su extraña proporción es un retrato de Aicher, un anciano rígido y juzgón que se aprieta el cinturón muy por encima de la cintura.

Así como la cultura clásica produce a dionisio, la modernindad produce a un Eames, el más barroco de los diseñadores modernos, y para nuestra suerte, también diseñó iglesias que nadie llamaría barrocas, pero que lo son bajo esta perspectiva:


Mark Mackay es un diseñador polifacético y polivalente, autor de Method of Action, lugar de referencia para todo el que quiera aprender sobre diseño. He tenido la suerte de trabajar en muchas ocasiones a su lado, siempre disfrutando de su talento, su riqueza cultural y su capacidad para moverse entre lo abstracto y lo concreto.

Chijote 2005

En 2005 se celebró en Puertollano (Castilla-La Mancha) un congreso sobre enseñanza de Interacción Persona-Ordenador llamado CHIjote. En Cadius, la comunidad de profesionales de la usabilidad de entonces, decidimos hacer un estudio y presentarlo como ponencia.

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El estudio se llamó “Necesidades formativas de los profesionales de la Interacción Persona-Ordenador en España y Latinoamérica” y fue probablemente el primer ejercicio riguroso por conocer la realidad de nuestra profesión, en aquel momento incipiente.

Participamos en el trabajo José Ignacio Gómez, Maritza Guaderrama, Agustín Jiménez, Humberto Matas, Sergio Palomo, Nacho Puell, Manuel J. Recena y yo mismo, y aprovechando que había verdaderas referencias de la investigación en el equipo, le dimos todo el rigor posible. Nacho Puell, Humberto Matas y yo lo presentamos en persona.


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Aquí está el estudio completo (pdf) para recuerdo de cómo era nuestra profesión entonces y para referencia de quien quiera, por nostalgia o curiosidad, asomar la cabeza al pasado de algo que ha cambiado mucho ¿O no?

Jack London vs Adolf Loos

En 1906, Jack London publicó un ensayo titulado The House Beautiful, traducido al español como “La casa bella”. En él, deriva la idea de belleza de la de utilidad, usando como ejemplo el diseño de las embarcaciones. Después dedica unas páginas a explicar por qué cree que la arquitectura de su momento y lugar (San Francisco, principios del s.XX) está cargada de mentira.

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Me permito transcribir algunos párrafos:

Una columna, cuándo es un objeto útil, es bella. Las columnas de madera estriadas clavadas en la estructura de mi casa no son cosas útiles. No son bellas. Son pesadillas. No solo no aguanta ningún peso, sino que ellas mismas son un peso que perjudica a los soportes de la casa. Algún día, cuando tenga tiempo, ocurrirán con seguridad una o dos cosas. O bien iré y mataré al hombre que perpetró esa atrocidad, o si no, tomaré un hacha y haré saltar esas mentirosas tablas estriadas.

[…]

Una cosa debe ser verdadera, o de lo contrario, no es bella, igual que no es bella una libertina demasiado pintada, ni es bello un rascacielos que es intrínseca y estructuralmente ligero pero que tiene exteriormente un aspecto falsamente macizo de columnas de yeso.

[…]

Una casa honrada dice la verdad sobre sí misma.

La sensación de déjà vu al leer el texto es tremenda ¿La sientes tú como yo?

Tras terminar el librito he ido corriendo a verificar fechas en la Wikipedia. Y efectivamente, el texto de Jack London es anterior, por cuatro años, a Ornamento y delito, de Adolf Loos. Parece que al patriarca enfurruñado del movimiento moderno se le adelantó un americano algo más pragmático y menos intelectual, pero con ideas muy similares.

Se me hace divertido imaginarles juntos, dándose la razón respecto a adornos y casas, molduras y cenefas. Después, en algún momento entre pipas y licores, Loos sacaría el tema de los tatuajes: “una persona moderna que se tatúa es o bien un criminal o un degenerado”, a lo que London respondería: “muéstrame un hombre con un tatuaje y te mostraré un hombre con un pasado interesante” y de golpe, lo que empezó alineado, acabaría como una pelea de insultos y reproches cruzados.

A diseñar no se aprende diseñando

En “A design Primer” la entrevistadora mantiene con Charles Eames una serie de preguntas sobre el diseño. Estas son, para mí, las dos más relevantes:

— What is your definition of design, Monsieur Eames?

— One could describe Design as a plan for arranging elements to accomplish a particular purpose.

— It is (design) a method of general expression?

— No, it is a method of action.

Eames dejó claro algo: lo que diferencia al diseño de otras disciplinas más artísticas es que tiene propósito de actuación. En otras palabras, para Eames, el diseño es una vía para intervenir la realidad con un propósito muy definido. 

Para Eames, el diseño no es sólo discurso, como puede ser la sociología o la filosofía, es propósito y acción. Verba et acta.

En esta famosa representación, Eames también sitúa lo que llama “las inquietudes de la sociedad en su conjunto” y le da entidad de zona imprescindible.

3. And this, the concerns of society as a whole

3. And this, the concerns of society as a whole

Y así lo entiendo yo, tanto que este documental lo vieron mis alumnos el primer día de clase del Programa de Diseño de Interacción del Instituto Tramontana.

Entonces, si el diseño es un método de acción ¿Significa eso que lo importante es la práctica? No creo que Charles Eames quisiera decir eso:

Que el resultado de tu trabajo sea acto tangible y con efecto no equivale a que lo crees sólo actuando, a que tu ejercicio como diseñador sea sólo físico, muscular. Eames hace referencia clara al propósito y al interés de la sociedad como contexto en el que el diseño existe. De ahí, no sin cierto atrevimiento, deduzco que Eames estaría muy de acuerdo en estudiar la sociedad para entender mejor el encaje y el efecto de la cosa diseñada.

Pero ¿no es cierto que la práctica es importante?

Pues claro. Es importante e imprescindible. Casualmente, la polémica del día me pilló escribiendo esta frase:

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El diseño no es sólo producto, es también mercado y cultura. Esto es muy muy importante; veamos por qué:

Diseñamos artefactos para necesidades (producto) y lo hacemos desde una estrategia de negocio donde costes y beneficios son parte de los condicionantes de diseño (mercado). Todo esto, como indica Eames, tiene sentido y se ve influido por los contextos ideológicos, sociales, económicos y culturales de cada lugar y momento (cultura).

En otras palabras: lo que se diseñaba en los años 30 dista mucho de lo que se diseñaba en los 80 y de lo que diseñaremos en los años 30 del s.XXI porque las necesidades, la economía, los valores y en general el zeitgeist son diferentes.

Un buen diseñador es el que entiende eso porque ha estudiado el pasado, sabe leer el presente y comprende cómo los factores van a cambiar en el futuro. Una buena diseñadora sabe que su trabajo se nutre de esos factores y, como en un ciclo natural, su propio diseño influye en ellos.

Desde que existe el diseño, existe el estudio de la sociedad como parte de la formación de diseñadores y diseñadoras. Tímidamente en Bauhaus y mucho más intencionadamente en la Escuela de Ulm, se estudió sociología, arquitectura, economía, psicología y comunicación, entre otras, como parte imprescindible del currículo de los estudiantes. Inge Scholl, cofundadora de la escuela, hizo este diagrama en 1951 para ilustrar la confluencia de saberes y cómo se enseñarían:

El diagrama que creó Inge Scholl para el programa formativo de la HfG de Ulm, 1951

El diagrama que creó Inge Scholl para el programa formativo de la HfG de Ulm, 1951

Es obvio que no hay diseño sin práctica. La práctica es la plasmación del discurso, el músculo que empuja el hacha o la mano que dirige el escalpelo en el quirófano. Cuanto más pulida la práctica, más eficiente es el golpe y más limpia la incisión.

Eso es evidente. Pero…

No hay buen diseño sin estudio. No hay buen diseño sin psicología, sociología, economía, filosofía, antropología e historia. No hay buen diseño sin propósito.

Sin estudio sólo hay técnica.
Sin libros sólo hay presente.
Sin reflexión sólo hay repetición.

¿acaso no todo el mundo piensa igual?

En el entorno del diseño —y no hablo de practicantes, sino de personas que además escriben y enseñan diseño— es muy común insistir en la idea de que es la práctica la que trae el aprendizaje. A menudo, esta afirmación viene con un cierto desprecio a la intelectualización del diseño, como si fuese un peligro a evitar.

Cecilia Mazzeo y Ana María Romano, profesoras de diseño, escriben en “La enseñanza de las Disciplinas proyectuales” que:

El conocimiento proyectual forma parte de un grupo de disciplinas que sólo pueden aprenderse en la práctica, aunque parezca paradójico, a diseñar se aprende diseñando. Es por eso que los trabajos realizados en los talleres de Diseño, tienen un rol vertebrador en las carreras de nuestra facultad.

No son las únicas que piensan así. Internet está plagado de expresiones parecidas. Rodolfo Milani es mucho más duro. En su libro “Diseño para nuestra realidad” afirma que… 

El que crea que el diseño o cualquier otra cosa puede aprenderse tomando un curso o leyendo 20 libros está completamente equivocado. Así como a bailar se aprende bailando y a torear se aprende toreando, a diseñar se aprende diseñando; y así como el mejor bailarín es el que aprendió a bailar desde niño, el mejor diseñador es el que está diseñando desde niño.

Diseñar, para Milani, equivale a un conjunto de técnicas sin mayor propósito, como el toreo o el baile. ¿Dónde queda el factor social? ¿Dónde está aquí el propósito del diseño? ¿Cultura? ¿Mercado?

Delfina Morán, profesora del máster en Experiencia de Usuario de ESNE, dice que siempre decimos de manera informal que a diseñar se aprende diseñando. En este caso me tranquiliza que lo diga informalmente, aunque la frase está ahí, en el negro sobre blanco de una revista de diseño.

No soy el primero que hace, desde el diseño, esta denuncia. Antes lo dijo el profesor Gustavo Valdés de León en “Una molesta introducción al estudio del Diseño”:

No vamos a describir de nuevo el desinterés, cuando no el rechazo, que muchos practicantes del Diseño –en especial, pero no sólo del Diseño gráfico– manifiestan por la “teoría” que es percibida como un “saber inútil”, un estéril ejercicio intelectual que le quita tiempo a la “práctica”, construcción ideológica que la fórmula “a diseñar se aprende diseñando” ilustra con claridad, reduciendo el Diseño a mero oficio, semejante al de un honesto plomero o al de un prolijo carnicero que no necesitan teoría alguna para ejercer con eficiencia su noble actividad.

¿No estaremos hablando de diferentes formas entender la actividad?

Probablemente. Hay quien, como yo, ve el diseño como una profesión que, dado que tiene un impacto, requiere de un estudio, como he dicho antes. No digo una titulación, ojo, sino estudio, biblioteca, reflexión y teoría.

Si entendemos el diseño como se entiende la arquitectura o la medicina, como se entiende la abogacía o la judicatura, como profesiones de calado y relevancia, entonces se nos hace evidente que debemos preparar mucho y muy bien a nuestros diseñadores. 

Si entendemos el diseño así, decir que “a diseñar se aprende diseñando” equivale a decir que

  • A construir edificios se aprende construyéndolos

  • A curar enfermos se aprende curándolos

  • A defender en los tribunales se aprende defendiendo

  • A impartir justicia se aprende impartiéndola

  • etc.

A nadie se le ocurre hoy en día decir tales burradas si no está en la barra de un bar, con un palillo en la boca y señalando a la TV mientras desprecia a jueces, médicos y científicos y defiende la universidad de la vida.

Hay quien, sin embargo, entiende que el diseño es un oficio, no una profesión. Eso precisamente es lo que denuncia el Prof. Valdés de León cuando dice que equiparan el diseño al noble oficio del plomero o el carnicero.

La diferencia, para que nos entendamos, está en que el oficio se aprende por imitación y práctica. El aprendiz asiste y copia al maestro hasta que gana la suficiente destreza como para subir al nivel de ‘oficial’ y algún día quizás al de maestro.

En el oficio hay taller en lugar de biblioteca, hay mono azul en lugar de bata blanca, hay destreza en lugar de intelectualización y hay repetición en lugar de investigación.

El oficio es algo bello por lo que tiene de entrega, de minuciosidad y de amor al producto. Todos amamos al oficio, sí, lo romantizamos con facilidad y deseamos que nunca desaparezca. Yo el primero. Pero para mi eso no es diseño. O no, al menos, el diseño al que aspiro, el que trasciende, el que es producto, mercado y cultura a la vez.

¿Entonces, por qué no deberíamos decir que a diseñar se aprende diseñando?

Diga cada uno lo que quiera, pero sea consciente de qué mensaje traslada cuando lo dice. 

Tengo clarísimo que muchas de las personas que dicen que a diseñar se aprende diseñando, lo que quieren decir es que la práctica da sentido al estudio. Nada que objetar en ese significado. Sin embargo, la frase demasiado a menudo se usa en materiales promocionales de bootcamps y cursillos rápidos para proyectar la idea de que, con poco dinero y esfuerzo, el profano logrará un puesto de trabajo en un sector bien remunerado.

Al decir que a diseñar se aprende diseñando estamos bajando el listón intelectual, porque si lo que hace falta es práctica, si eso es lo importante, entonces cualquiera puede ser diseñador, da igual de dónde venga, si trae mucho o poco bajage, si es brillante o mediocre. Buena estrategia para el bootcamp, mala para el nivel de nuestra profesión.

Pero voy más allá: a poco que uno conozca oferta formativa en diseño, sabe que hay una zona gris donde enseña gente que ni tiene horas de taller ni de biblioteca y que a menudo camufla esa falta de contenido, teoría, reflexión y “chicha” con mucho ejercicio y mucha práctica. Mientras ellos trabajan, yo no tengo que hablar, pensará avispado el profesor de la zona gris.

Resumiendo

El diseño de interacción está en un momento bonito pero frágil, como cualquier cachorro. Crece sano, pero aún es vulnerable.

Las palabras que elijamos para contarlo, las metáforas, los giros y la retórica que usemos, marcarán cómo lo entiende quien lo ve desde fuera. Así se nos juzgará y eso determinará nuestra influencia como profesión.

Una charla para equipos de producto

El año pasado impartí una charla en ocho ocasiones, ante equipos de diseño y producto interesados en ganar perspectivas. Lo hice sin cobrar, sólo por el placer de aportar. Me gustaría repetir la experiencia. ¿Le interesa a tu equipo?

Guardo muy buen recuerdo de esa "gira", de haber conocido a los equipos de Sngular, Adevinta, Runroom o incluso a algunos clientes de 7r Ventures, entre otros. La mayoría de esas charlas fueron a puerta abierta, cosa que agradecí, aunque no era un requisito. Tampoco cobré por ellas: agradecí que me pagasen el billete de tren, cuando fue en Barcelona, o una copa de vino y un poco de conversación sobre cuando fue en Madrid.

Más que perder tiempo o fuerzas, siento que gano haciendo algo así. Me abre a conocer personas y formas de trabajar nuevas, a poder conversar sobre el Instituto y compartir pareceres sobre cómo podemos mejorar como creadores de servicios y productos digitales.

En el Instituto Tramontana, hablando de Kersting, la Bauhaus y el diseño de radios Nazis.

En el Instituto Tramontana, hablando de Kersting, la Bauhaus y el diseño de radios Nazis.

El martes pasado, presentando el programa de iniciación al diseño, hablé de la relación entre formato, dispositivo, contenido y contexto de uso. De los códices a los transistores, de los vinos húngaros a las radios Nazis, de lo visual a lo acústico y de los dispositivos que ponemos en la mesa y los que metemos en nuestra mente. Fue una de esas charlas que disfruto compartiendo porque siento que conectan y dan continuidad a muchos conceptos con los que trabajamos en el Instituto.

Me hace ilusión poder compartirla con más gente. Si en tu organización hay curiosidad intelectual y crees que una charla así puede serviros de inspiración o si sois anfitriones de algún encuentro en el que pueda tener cabida, ponte en contacto conmigo, que estaré encantado de compartir a cambio de una copa de vino y algo de conversación.

Jeremy

Era 1991 y estábamos estrenando una espléndida y completa adolescencia. Esa tarde volvíamos del instituto en el autobús escolar que salía de Manacor y nos iba dejando a todos pueblo a pueblo. Nos estábamos acercando ya a la parada del nuestro cuando Marga, cuatro filas por delante mío, soltó un grito y se tiró al suelo del autobús, como ocultándose.

— ¡Jeremy, es Jeremy! ¡Noooo!

— ¡¿Qué te pasa, Marga?! ¿Qué Jeremy? ¿De qué hablas?

— ¡Está ahí, Jeremy! ¡Jeremy!

Todo el autobús estaba alterado. Unos mirában a Marga intentando entender qué demonios le pasaba. Otros habíamos entendido que algo, o alguien, había ahí fuera que le asustaba.

El bus fue deteniéndose en la parada y lo vimos: un chico largo, pelirojo a más no poder, con la cara llena de granos y su ortodoncia coronando un cuerpo larguirucho y desgarbado. Vestía un traje negro al que le sobraba medio palmo de tela por todas partes y cargaba un maletín en su mano derecha.

Era Jeremy. Y estaba allí plantado como quien tiene claro que no va a moverse, con un propósito muy claro.

Marga decidió evitarle y bajar en la siguiente parada, la última antes de que el autobús abandonase nuestro pueblo y enfilase por una secundaria hasta Sant Joan.

Jeremy había venido desde Farmington, Utah, con su mejor gala y los papeles que demostraban que su familia era dueña de un negocio próspero. Lo necesario para acreditar su condición de caballero andante, de salvador de la doncella, de príncipe que busca a cenicienta.

Antes de esperar en la parada, Jeremy había visitado a los padres de Marga. Se presentó con credenciales e intenciones. Marga y él se habían declarado amor por carta en el programa de penpals de la asignatura de inglés, esa iniciativa que emparejaba a alumnos de dos institutos de distintas partes del mundo para que practicasen idiomas cruzándose cartas. En ellas, Marga le describía una existencia de pobreza y necesidad, el anhelo de una vida mejor a su lado. Y Jeremy dio el paso.

Como habrás deducido ya, la existencia de Marga no era miserable ni se le parecía. Sus padres, aunque gente sencilla y de campo, aunque no hablasen una gota de inglés, vivían con cierto confort. A Marga no le faltaba de nada. Por no faltarle, no le faltaba ni novio. Y le sobraba, eso sí, aburrimiento e imaginación.

Carlos, que así se llamaba el novio, se pasó la tarde recorriendo el pueblo en moto para encontrar y decapitar a Jeremy con sus propias manos, al pobre Jeremy, que sólo había pecado de ingenuidad. Mientras, los amigos de la pareja estaban unos tratando de apaciguar a Carlos y otros escondiendo a Marga, que nunca quiso dar la cara.

La sangre no llegó al río y Jeremy se volvió esa misma noche camino a Farmington, Utah, con el corazón descuartizado y la autoestima pisoteada.

Ese fue el día más emocionante y agitado que mi pueblo vivió en mucho tiempo. Años después, Coca Cola rodó un spot con un anciano bonachón que fue por entonces el hombre más longevo del país y la historia de Jeremy pasó a segundo plano. Hoy probablemente pocos se acuerden del chico pelirojo y desgarbado que se tiró a la piscina sin saber si había agua, cuando no había ni piscina.

Yo sí, yo me acuerdo a menudo de él; espero que un día lo haga Coca Cola y cuente esa otra historia, la del hombre más valiente del mundo.

NYC 2016

Andaba perdido en aquella primavera lluviosa de 2016 cuando llegó la llamada de mi amigo Bernardo. Me pedía consejo y me proponía ir a Nueva York unos días a echarle una mano con su proyecto. Sin pensarlo, hice la maleta y volé hacia allí.

Recuerdo aquella semana con sensación de angustia, frío y humedad. Pasé del Madrid de astenia, sinsabor y abatimiento al Nueva York en el que siempre era de noche, noche lluviosa y solitaria.

Dicen que la fotografía es una buena forma de terapia. No estoy seguro de que tenga capacidad curativa, pero desde luego es, fue, una magnífica forma de desahogo.

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Mil formas de estudiar diseño

Ayer mi querido Adrián Mato, diseñador que respeto muchísimo, persona sensata y brillante, y a quien tuve el privilegio de enseñar alguna cosilla en el Programa Vostok IV, tuiteaba una reflexión que me lleva acompañando todo el día:

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Reconozcamos que algo de galleguidad hay en su forma de expresar las ideas —blanco pero negro, pero negro aunque blanco— dicho sea con todo el afecto, aunque una vez filtrada se destila bien la intención si aplicamos el método de todo lo que va antes del pero, sobra.

Me quedo con tres ideas de lo que dice Adrián respecto a la formación de diseño:

  • Que las horas que no se ven son las que cuentan

  • Que hay mil formas de estudiar y seguir progresando aparte de los cursos presenciales

  • Que el elitismo no vale para nada

A mi entender, y basándome en mi experiencia, Adrián tiene una parte de razón y creo que en otras cosas, quizás precisamente por su experiencia, es parcial en otras. Voy por partes:


¿Vale el elitismo para algo?

Obviamente el elitismo es malo, si se entiende como privilegio, como cursos que sólo puede pagar quien parte de una posición aventajada. En ese caso, es causante de desigualdad. Si los cursos de La Nave Nodriza o el Instituto Tramontana costasen una pasta asumible sólo por gente que viene de familias privilegiadas, Adrián tendría razón. Pero fijémonos en varias cosas: 

  • Tanto los cursos profesionales de La Nave como los de Tramontana son para profesionales en curso.

  • Ambos cursos cuestan, digamos, entre cinco y diez mil euros.

  • El sueldo medio de un profesional del diseño digital en empresas decentes en Madrid puede estar desde los 25k de entrada a los 60-70k de seniors.

  • No conozco a un profesional que haya hecho el Vostok (no puedo hablar de la Nave porque lo desconozco) que no haya tenido oportunidades de ascenso, oferta o mejora en su puesto durante el curso. De hecho, no ha habido mes que no me llamase una empresa para pedirme gente del curso.

Las empresas saben que en un curso así se garantizan unos mínimos de conocimiento y un enfoque a la hora de entender el trabajo. Luego, de la Nave Nodriza valorarán una manera de trabajar en sus alumnos y del Vostok otra. Conociendo esa manera, por vía directa o por conocer a otros ex-alumnos,, saben que es garantía de mínimos, como un sello, y la valoran.

Si echamos cuentas, vemos que el curso de 5-10k euros es entre un 20-30% del sueldo bruto de un año de esa persona y, si asumimos que durante el curso ese sueldo suele aumentar al cambiar de empleo, la verdad es que es una inversión muy asequible.

Si nos referimos a elitismo en cuanto a que sólo entran unos pocos, pues diría que ese es el elitismo bueno: para que el curso tenga la calidad en el diálogo y la interacción que se quiere, es importante que sean pocas personas. Obviamente, si hay que seleccionar, es lógico que se seleccione a aquellos que uno ve que harán mejor aprovechamiento. ¿Elitismo como selección de los mejores? Pues un poco, sí, oye, pero es inevitable si se quiere mantener cierto estándar.

¿Hay otras mil formas de estudiar?

¡Pues claro que sí!

Pero veamos, estudiar (o aprender, que para el caso es lo mismo), no es leer ni trabajar en solitario. A solas en casa puedes leer mil libros y sacar datos, aprender a usar Sketch, Figma o veinte herramientas diferentes, pero aprender de verdad implica algo más, implica juicio, y el juicio se entrena exponiéndolo a otros juicios, verbalizando, reflexionando en un juego de tenis a muchas bandas con otras personas.

Aquí voy a usar palabras que escribió hace cien años Mariano Rubió y Bellvé, ingeniero, militar, urbanista y persona culta en general, que nos ganaba a todos en destreza y sabiduría. En “El Arte de Estudiar” dice:

Estudiar no es leer.

No es solo la lectura el manantial de estudio utilizable. Existe la reflexión, el juicio, que compara, analizar, sintetiza, deduce principios, reglas, teorías, hipótesis, etc., de lo que ha llegado al alma por cualquiera de los sentidos.

El aprendizaje, para Rubió (que bebe de Sócrates en esto) es desarrollo de juicio propio, no es adquisición de conocimiento, sino digestión. No es acumular alimento sino cocinarlo con nuestra propia receta.

Rubió continúa, en el que creo que es el mejor capítulo del libro:

Las noticias, los pensamientos nobles, las preocupaciones ridículas, todo carece casi de valor real mientras no ha llegado al campo de la conversación. Conquistado este terreno, ya la difusión de las noticias, de los pensamientos, de las ideas es cosa fácil. Cada poseedor de ellos es un poderoso anuncio viviente, y así, contadas por una persona a 10, crece el número de los de los iniciados en progresión geométrica que deja muy atrás a la de los granos de trigo puestos en las casillas del tablero de ajedrez.

En otras palabras, aprendemos cuando sometemos al exterior nuestro conocimiento, cuando nos forzamos a verbalizar y en la verbalización lo estructuramos. Luego enfrentamos esas categorías a las de otros y vemos puntos débiles y encajes o patrones diferentes. En otras palabras, para aprender necesitamos al menos de un contrincante, de una pared con la que rebotar ideas.

¿No os ha pasado que a veces para aclarar el pensamiento necesitáis contarle a alguien algo, aunque esa persona no sepa de qué habláis? Esa es la magia de la verbalización, que como tiene poco ancho de banda, nos obliga a estructurar bien las ideas. Pasa lo mismo, pero multiplicado por cien, cuando tienes que enseñar algo, pero esa es harina de otro costal.

Rubió añade algo respecto a la figura del profesor, o maestro, como prefiráis, que puede ser un guía o símplemente alguien que se sienta al lado tuyo y que en algo tiene un juicio más maduro que el tuyo:

Aprender de los que más saben inclinando la conversación hacia el lado en que nuestro interlocutor posee manifiesta superioridad, así nos ponemos siempre en el lugar del discípulo y obligamos a la persona con quien hablamos para que haga el papel de maestro, sin advertirlo siquiera.

La reiteración del estudio realizado por la conversación, se hace más importante cuando se habla de la materia objeto de aquel con personas que han examinado dicha materia en condiciones análogas. Así, el alumno que, después de estudiar una lección, habla de ella con algún compañero inteligente y la comenta con él, lleva acabo sin darse cuenta uno de los trabajos más interesantes para asimilarse lo aprendido.

Por tanto, ¿Hay otras mil formas de aprender además de los cursos especializados? Pues claro, pero todas requieren interacción. Puede ser con compañeros de aprendizaje, con tu pareja o con cualquiera que quiera escucharte y conversar un poco, pero cuanto más alineados en el objetivo, más fértil será ese proceso.

El programa que imparto, y por ende los que se dan en el Instituto Tramontana, tiene mucho de eso. No hay pupitres confrontados a la mesa del profesor; nos sentamos en un salón viéndonos todos, se conversa mucho, se debate, se contraponen posturas y hasta fuerzo a menudo la contradicción para estimular la retórica y la dialéctica: “Inma, rebate ese argumento, aunque estés de acuerdo”. No conozco los pormenores del método de La Nave Nodriza pero sé que son buenos e intuyo que no son ajenos a esa idea.

¿Las horas que no se ven son las que cuentan?

Pues de nuevo, Adrián tiene toda la razón. El aprendizaje no ocurre en el momento, por arte de magia, durante las clases. Ocurre días después, cuando de casa al trabajo vas rumiando sobre lo visto, hablado y practicado en la clase. Ocurre también meses después, cuando te topas con un proyecto que tiene algo de lo que viste en clase y puedes poner en práctica lo aprendido. Ocurre años después, porque has entrenado el hábito de seguir estudiando, de seguir buscando fuentes de información y juicio diferentes, y porque mantienes relación con tus cómplices en el aprendizaje (podría hablar de las relaciones profesionales que han surgido entre ex-Vostoks, pero de nuevo es harina de otro costal).

Y os voy a contar una cosa que no suele decirse: a menudo al terminar el curso hay quien me confiesa “Javier, salí con bloqueo del curso y me costaba ponerme a diseñar. Antes del curso me hacía tres preguntas y tiraba p’alante, ahora me pregunto trescientas y me cuesta más, pero sé que lo que sale es mejor”. Eso es signo de aprendizaje: hacerte más preguntas, las preguntas adecuadas, habituarte a ello.

En definitiva…

No hace falta gastarse ocho mil euros en formarse, claro que no. Ni las relaciones, ni los contenidos, ni la guía, ni las preguntas, ni las habilidades ni las prácticas son exclusivas de los cursos. Los cursos de formación del Instituto Tramontana o La Nave Nodriza son sólo una concentración en el espacio y en el tiempo, hecha con un criterio específico de cada escuela.

Cuando pagas, estás pagando el tiempo que alguien muy versado en ese ámbito te dedica; también los años que ha dedicado a estudiar más que la media un ámbito concreto, a procesarlo, a desarrollar un juicio sabio en ciertos temas y a luchar en mil batallas importantes. Pagas sabiduría, experiencia, paciencia contigo, referencias y preocupación por tu carrera. Además, pagas que te lo sirvan en un espacio agradable, que te den facilidades (esto es importante: facilidades) para profundizar en diferentes temas, que se hayan encargado de seleccionar a personas con las que vayas a encajar bien y que sigan ahí años después para dudas y ayuda en tus inquietudes profesionales.

Todo esto es para nosotros en el Instituto Tramontana, e imagino que en La Nave Nodriza, la buena formación en diseño.

Diseñar sistemas vs. diseñar sistémicamente

Hoy me han preguntado en twitter acerca de la diferencia entre crear un sistema de diseño y diseñar sistémicamente, que obviamente no es lo mismo. Es algo de lo que hablé hace algún tiempo pero, precisamente por lo efímero de las redes sociales, se debió evaporar en algún borrado de tuits. Voy a ver si soy capaz de sintetizar la idea en unos párrafos.

Lo que traslado a continuación se basa en la experiencia de muchos proyectos en diseño digital, algunos en web, otros para apps y otros en los que lo sistémico buscaba precisamente esa continuidad de lenguaje entre dispositivos.


Diseñar un sistema

El propósito de diseñar un sistema es crear un conjunto de piezas, módulos y objetos que cumplen funciones diversas y que juntos encajan con lógica y armonía. El sistema debe ser escalable, recursivo, ordenado y predecible.

Cuando se diseña un sistema se inventarían las posibles necesidades, pero se asume que muchas son desconocidas y que habrá nuevas. El sistema tiene vocación de dar una solución aceptable a muchas necesidades.

El diseñador del sistema busca la consistencia como fin último, la coherencia total. El todo importa más que las partes, la norma general importa más que las necesidades concretas.

Esta idea está ejemplarizada por el módulo de radio RDS del sistema domótico Gira: para que encaje en la lógica formal del sistema, el módulo tiene que tener dos partes, una interfaz de control (entrada) y otra de altavoz (salida).

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¿Es ese el mejor altavoz posible? No, no lo es. Es el mejor altavoz posible dadas las restricciones de espacio del sistema. Gira no es un sistema de sonido, es un sistema domótico que acomoda todas las posibles necesidades eléctricas de una casa en una estructura común. Por eso el tamaño del altavoz no está dictado por la necesidad del usuario sino por la del sistema. Un sistema es sometedor: aplana todas las necesidades para que quepan en espacios homogéneos, recortando sus especificidades.

En 2005, estando yo en The Cocktail, rediseñamos junto a Indra la web del Ayuntamiento de Madrid. En ese trabajo hubo que definir módulos y estructuras para docenas de necesidades concretas, desde información meteorológica hasta pago de impuestos. Había muchas tareas de usuario previsibles, pero desde luego sabíamos que la mayoría aparecerían con la propagación del diseño. La web obtuvo muchos reconocimientos, entre ellos el puesto número 5 del mundo a mejor web de municipio y el 2º en usabilidad, en el ranking de Naciones Unidas con la Universidad de Rutgers. Desgraciadamente, el cambio de alcalde (y por ende de responsable político del área) se llevó por delante el trabajo para volver a empezarlo una nueva adjudicataria.

Más tarde, para Globalia diseñamos un sistema que acomodaba muchísimos tipos de productos (billetes de avión, cruceros, formularios, noches de hotel, etc.) y que tiempo después pudo usarse para el diseño de las webs de algunos de sus hoteles. 

Fragmento del sistema de diseño para el grupo Globalia, que usaba un lenguaje de tarjetas exportable a móvil.

Fragmento del sistema de diseño para el grupo Globalia, que usaba un lenguaje de tarjetas exportable a móvil.

Diseñar sistémicamente

Diseñar sistémicamente es buscar la solución a una necesidad o tarea procurando que todas las partes implicadas tengan lógica y armonía estructural.

El diseño sistémico tiene vocación de dar una muy buena solución a una necesidad y que como consecuencia, la armonía del conjunto sea aceptable. 

Cuando diseñamos sistémicamente, la tarea principal del usuario es el corazón del proyecto. Tenemos clara una necesidad y todas sus particularidades. Hacemos el traje midiendo eso y luego escalamos esas medidas y esas formas al resto de necesidades secundarias para que haya cohesión y facilidad en el desarrollo.

Diseñar sistémicamente tiene más de diseñar, en el sentido de solucionar una necesidad, y menos de sistema. Si hay que elegir, la necesidad va antes que la consistencia general. Es más importante que el usuario pueda encargar un ramo de flores muy fácil y cómodamente que tener consistencia formal entre el botón de comprar y el de un formulario de contacto siete páginas más allá. La consistencia ocurre entre objetos cercanos y (si se puede) se expande como una onda hacia el resto de espacios.

En la primera época de Vostok Studio (2008) rediseñamos floresfrescas.com y minube.com con una aproximación sistémica. Algunos de esos trabajos pasarían hoy por muy recientes, tanto por su forma de estructurar como por su paleta de color, que buscaba destacar la imagen sobre el texto.

El minube de 2008-2009 podría pasar por una web actual (captura en mejor definición).

El minube de 2008-2009 podría pasar por una web actual (captura en mejor definición).

¿Antagónicas o complementarias?

No se trata de aproximaciones duales; existen términos medios, proyectos en los que se diseña para muchas necesidades o tipos de contenido y función que ya se conocen, pero se asume y se planifica un cierto nivel de incertidumbre. En 2014 diseñamos un sistema para filmin.es que aún se mantiene y que acomodaba diversos tipos de contenido muy bien acotados (películas, series, actores, directores, usuarios, comprar, guardar, dejar para luego, votar, opinar, etc.) dejando poquito espacio para lo nuevo que pudiese venir.

En Filmin normalizábamos el diseño del contenido y la funcionalidad pero luego hacíamos sastrería con las páginas específicas, con los contenendores.

Fragmento del sistema de diseño de filmin.com, que aplicaba al contenido pero no tanto a los contenedores.

Fragmento del sistema de diseño de filmin.com, que aplicaba al contenido pero no tanto a los contenedores.

También el diseño que hemos hecho en multitud de proyectos de visualización de datos (Ducksboard, BBVA Commerce360, Alto…) ha seguido esta filosofía mixta.

En resumen, aunque no se trata de aproximaciones antagónicas, sí es cierto que son actitudes diferentes. Dejo aquí una tabla con lo que para mi son las diferencias sustanciales:

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Por concluir, diría que elegir uno u otro camino depende mucho de las respuesta que demos a un par de preguntas clave: ¿Cuánto sabemos de las necesidades de los usuarios y el contenido y funcionalidades que irán en el espacio digital que diseñamos? y ¿Cuánto creemos que crecerá el entorno que estamos diseñando cuando ya no esté bajo nuestro control de diseñadores? Esa es, para mí, la clave para decidir cómo diseñar.


PS: Hace unos años, publicamos un artículo que describía el diseño de sistemas para CEOs de startups. Quizás te interese echarle un vistazo para entender mejor algunos de los conceptos que se mencionan en este artículo. Y si el tema te interesa especialmente y necesitas formación seria, considera algunos de los programas del Instituto Tramontana.