Escalas, historias y lo digital
Mi amigo Álvaro me compartió el otro día un relato escrito de su pluma. Estaba enmarcado en una situación concreta, con varios personajes, pero él había puesto el foco en la experiencia íntima y personal de su protagonista: en lo que sentía en cada momento, en sus recuerdos, sentimientos, sensaciones… Me di cuenta de que Alvaro y Jesús Terrés escriben parecido, les interesan las mismas cosas, lo pequeño, lo íntimo y lo personal, mucho más que la gran escena.
Anteayer, para entonarme, volví a ver Alien: Covenant. No es una película imprescindible, pero en ella hay varios diálogos entre ‘sintéticos’ que me parecen magistrales. Diría que toda la película gira entorno a esa relación. Me di cuenta, rememorándolos, de que un buen diálogo entre actores mueve el foco desde lo que siente un personaje a la complejidad de la relación entre ambos. La clave ya no está en el sentir íntimo de uno u otro, sino en lo que ocurre cuando esas dos formas de sentir, entender o mirar se encuentran. Otros ejemplos de esto serían Lost in Translation o El Cartero y Pablo Neruda.
De los relatos de Álvaro y Jesús a los diálogos de Alien: Covenant hay un cambio de zoom evidente. Es como pasar de Her, que se centra en el sentir de Theodore, a Antes del Amanecer, donde lo que importa es ver como entre Jesse y Céline nace una historia de amor.
¿Y si alejamos aún más el zoom?
Lo siguiente sería mover el foco de los personajes a la escena completa, en la que el entorno, influye en la historia. En ese nivel, personajes, escenario, contexto… todo se trenza en algo mayor. Me vienen a la cabeza Rebelión en la granja, El señor de las moscas o incluso Fargo: protagonistas, secundarios muy importantes y una trama que lo condiciona todo. Llegados a este punto, la trama importa tanto o más que los personajes.
¿Seguimos subiendo?
El Padrino, Dune o incluso Los Miserables. Ya tenemos múltiples escenarios interactuando entre sí, tramas y subtramas, cambios de perspectiva, de protagonista y hasta varios narradores. Pasamos de historia a ‘historia de historias’ o ‘gran historia’ y el marco temporal se ensancha.
¿Y nos queda algo por encima de eso?
Pues quizás sí: Cien años de soledad, Cloud Atlas, Interstellar o incluso algunas de Malick (El árbol de la vida, por ejemplo). En este nivel ya todo es un gran puzle de momentos temporales, personajes, tramas y conceptos. Exponernos a historias así nos deja una sensación como de entender el mundo o no entender nada, de sentirnos pequeños ante la complejidad barroca del universo.
Con todo esto, me he hecho una tablita, a modo de chuleta, para ordenar mis ideas.
Que nadie se tome demasiado en serio este ejercicio, ojo. Hay muchísimo escrito sobre estructuras y niveles narrativos, por gente que sabe cien veces más que yo. Este juego intelectual me sirve para mis pinitos narrativos, pero más aún para llevarlo al diseño digital. Veamos cómo el mismo esquema de escalas podría aplicar en lo digital:
El primer nivel sería el de elementos y componentes: un sonido, un botón, panel… Objetos que tienen una sintaxis simple, relativos a algo muy concreto.
En el segundo nivel estaría el ejercicio de diseñar la relación entre elementos, la manera en que un botón se relaciona con un campo de texto, una animación con un sonido o un click con lo que ocurre en un objeto. En ese nivel es donde empieza la verdadera interacción.
El tercer nivel es el de todo lo que pasa en una pantalla en un momento concreto: la escena. Piensa en la pantalla de Spotify, el frontal de CarPlay o el visor de Amazon Prime, por decir algunos. Ya tenemos varios personajes, contexto y un escenario en el que ocurren varias cosas.
¿Y el cuarto? Si en el cine y la literatura tenemos múltiples escenarios, protagonistas y subtramas, en lo digital tendremos diferentes pantallas, tareas y hasta usuarios. En Vidiv, por ejemplo, confluyen alumnos, profesores e invitados en el aula virtual, pantallas de configuración de cosas, en el chat… Otro ejemplo podrían ser los sistemas operativos o las webs de tiendas online, donde hay parrillas, escaparates, carritos de producto, checkouts…
¿Y qué tenemos en el quinto? ¿Existe acaso un quinto en lo digital? Igual que en el cine pasamos a historia de historias o a metahistorias y en arquitectura pasamos de edificios a urbanismo, en producto digital quizás pasemos a ecosistemas, como el de Apple, el de Amazon o incluso el de Sony: productos físicos y digitales, en la muñeca y en la nube, de átomos y bits, compartiendo algunas convenciones, algunas pistas estéticas y algunos principios y dando servicio a necesidades muy diferentes, a escalas muy diferentes y desde divisiones muy diferentes.
Da igual que hablemos de narrativa o diseño…
Cuanto más nos acercamos al detalle, a lo micro, más importa lo tangible, lo concreto, los colores, las sensaciones… Y cuanto cuanto más alejamos el zoom, más importan las ideas, los principios, los grandes conceptos. Pero luego volvemos a lo micro y nos damos cuenta que, entre lo más grande y lo más pequeño hay continuidad, como nos enseñaron los Eames en Powers of Ten.
Y nos damos cuenta de otra cosa más: las mejores historias y los mejores productos digitales son los que ponen el foco en un nivel, pero transitan magistralmente entre varios: pasamos de una hermosa historia de amor a una lucha entre clanes o de un icono a un sistema operativo con total naturalidad, sin apenas darnos cuenta de que los principios que subyacen en uno y en otro no son más que versiones a escala de la misma idea, el mismo mensaje o la misma mirada.