Sobre el Diseñador de Desarrollo

Ayer, en una de las cartas del newsletter De Ulm a Cádiz, donde publico ideas y vivencias que tienen que ver con la creación del Instituto Tramontana, propuse un rol intermedio entre el diseñador y el desarrollador. Lo llamé Diseñador de Desarrollo, haciendo la analogía con el arquitecto de obra clásico, el que supervisa y ajusta, pero no necesariamente proyecta.

Creo que esa figura podría responder al problema eterno de las diferencias (a menudo déficits) entre lo que se define cuando se conceptualiza y diseña y lo que se acaba desarrollando, cuando surgen problemas, limitaciones (de tiempo o tecnológicas) o malas interpretaciones.

El rol del arquitecto de obra lo describí así:

El rol del arquitecto de obra, el que no proyecta, sino que supervisa y se encarga de aportar soluciones sobre la marcha cuando aparecen contratiempos (un material no llega, unos cálculos estaban mal) para que la obra no pare. Ese arquitecto, no siendo dueño intelectual del diseño, es su garante, pero desde el realismo: se encarga de que el resultado sea lo más fiel a lo proyectado dentro de las circunstancias y con los medios que se den.

Y mi propuesta para un diseñador de desarrollo la enuncié así:

El rol del Diseñador de Desarrollo, si me permitís el bautizo, tendría dos partes:

La primera sería interiorizar el trabajo de diseño previo, la naturaleza y propósito del negocio y del proyecto, la lógica de todas las funcionalidades y procesos, la consistencia de la solución a lo largo de todas las pantallas y la esencia de todas las armonías, la estética y los elementos comunicacionales, artísticos y demás. En esa parte, el diseñador de desarrollo (DD) habría estado desde el inicio, escuchando y empapándose.

En la segunda parte, el DD acompañaría a los desarrolladores (de front y back) en todo el proceso, explicando, aclarando, corrigiendo diseño cuando surgen cambios, diseñando elementos o pantallas nuevas y —esto es lo más importante— haciendo ajustes cuando por tiempo, coste o circunstancias hay que simplificar la complejidad de diseño en algún punto y facilitar la tarea de desarrollo.


La idea ha dado que hablar bastante, he recibido unos cuantos mensajes con experiencias y comentarios sobre el tema, tanto por email como en Twitter.

El comentario más generalizado ha sido que no habría que crear un rol específico, que se trata de que la persona de diseño y la de desarrollo hablen más, que haya diálogo y estén ambos involucrados desde el principio. Este hilo de Carlos Hernández ilustra bastante bien algunas de las reacciones:

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Carlos apunta en su hilo a algo que no puedo negar. Es obvio que la comunicación es importante y que es bueno que ambos roles sepan de lo que hace el otro. Pero no creo que con buena voluntad se resuelva un problema que es estructural. Trataré de describir unos escenarios muy comunes en proyectos que tienen cierta entidad, para que se entienda la dificultad —a veces imposibilidad— de comunicación entre equipos de diseño y desarrollo:

Diferentes empresas

A menudo la empresa que hace diseño no es la que desarrolla. Esto puede pasar porque el cliente ha elegido a una empresa especializada en diseño y luego el trabajo de desarrollo lo hace internamente. Yo mismo he diseñado y dirigido equipos de diseño para clientes que han trabajado así. En esos casos puedes reservar tiempo para acompañar a desarrollo, pero la realidad es que no tienes facilidad para tener a personas de tu equipo físicamente al lado de otras de otra empresa que trabaja desde su propia oficina.

Diferentes tiempos

A menudo se hace el diseño y no se sabe cuándo se implementará el desarrollo. Cuando se trabaja en modo consultoría, es importante tener a las personas asignadas a proyectos con la mayor antelación posible. Si el diseño se hace entre enero y marzo y el desarrollo se sabe que se hará entre abril y junio por otra empresa distinta, ¿Cómo demonios puedo reservar yo tiempo de alguien que debería estar en esos días en otro proyecto para que acompañe al equipo de desarrollo asistiéndole constantemente?

Diferentes ubicaciones

A lo anterior sumemos cuando el diseño se hace, por ejemplo, en Madrid y el desarrollo en Bilbao o en Argentina. En esos casos, el acompañamiento y la asistencia, en el mejor de los casos, se queda en unas videoconferencias rápidas, a menudo incómodas, para resolver dudas.

Lo cierto es que en muchísimos casos concurren esos tres escenarios. De hecho, cuanto mayor es el proyecto, más probable es que concurran: proyectos con equipos deslocalizados que trabajan de forma asíncrona y hasta en idiomas diferentes. ¿De verdad creemos que la buena voluntad y el espíritu de comunicación van a ser suficientes para asistir a desarrollo cuando se encuentre dificultades con los diseños?

Como en todo, la buena voluntad y la actitud son importantes, pero a medida que los sistemas humanos se vuelven complejos, tenemos que convertir lo deseable en legal, trasladar los buenos hábitos en leyes y normas y asignar tiempo y personas a ello. Por eso, a partir de cierto tamaño, creo que un proyecto debería tener un Diseñador de Desarrollo.

Un par de aclaraciones:

  • Estoy hablando de la creación de productos digitales desde consultoría, como proveedores a un cliente, no como equipos internos.

  • Esto tiene sentido para proyectos medios-grandes, con planificaciones relativamente complejas y equipos numerosos, donde se trocea el trabajo. En proyectos sencillos obviamente no aplica.

  • Que haya un DD no quiere decir que los diseñadores no deban saber de tecnología o que en la fase de concepto inicial no deba haber gente técnica. Ojo, lo aclaro antes de que se me tiren al cuello. Eso me parece una MAG-NI-FI-CA práctica. Pero lo uno no quita a lo otro, porque por mucho que sepan de programación o sistemas los diseñadores, habrá contratiempos, habrá cambios, habrá imprevistos.

En la carta propongo que el Instituto Tramontana hospede un evento, mitad encuentro de debate mitad curso, donde quienes saben de esto puedan aportar sus puntos de vista, puedan enseñar y entre todos podamos reflexionar sobre el tema y quizás hacer cambios en el modo en que trabajamos y proveemos diseño. ¿Qué os parece?

La foto es de una de las obras en las que ha trabajado Jara. Aquí más fotos suyas.

La foto es de una de las obras en las que ha trabajado Jara. Aquí más fotos suyas.

La charla más importante

El día 4 de julio presentamos el Instituto Tramontana en Wayra Madrid y yo daba la charla más importante de mi carrera.

¿Sabes cuando crees que todo va a ser un desastre y decides no pensar en ello y tirar adelante sin mirar? Pues así estaba yo. Teníamos bajas en el equipo, abrimos más frentes de los que podíamos gestionar: desde unos jamones que tenían que llegar cortados de Huelva a la gestión contrarreloj de los ponentes. Para colmo, la lista de plazas se llenó a las dos horas de abrirla y la de espera rebosaba. Te juro que estaba muerto de miedo, pero decidí no preocuparme y centrarme en la charla.

Todo salió a pedir de boca, menos mal. Di gracias al cielo por Isabella y Mónica, por Wayra, por Jorge y Sergio con los ponentes y por la buena gente que vino. Fue algo redondo.

El evento tuvo tres partes: una presentación del Instituto, mi charla sobre diseño y una mesa redonda de lo mejorcito de la dirección de producto digital.

Decía que era la charla más importante de mi carrera, sí, pero eso no lo sabía nadie, sólo yo. En esos 25 minutos tenía que ser capaz de transmitir una gran idea imbricando veinte piezas diferentes: de la pintura renacentista a la religiosidad presbiteriana, de Silicon Valley a un hipotético Apple que diseñase desde Italia, templos griegos, contrareforma católica, Ulm, cuchillos con grabados, una mansión refugio contra la peste, los otomanos y hasta el jamón y el vino que teníamos en la mesa. Todo estaba conectado y todo me iba a servir para hablar de diseño, de cómo y por qué diseñamos lo que diseñamos y para cuestionarnos los caminos y los propósitos.

Fue —con la torpeza de la primera verbalización— la síntesis de todo en lo que creo cuando hablamos de crear cosas. Y por eso es la charla más importante de mi vida.

Te la dejo aquí: Pensar y hacer el diseño. Entre la Utilidad y el deleite

Creo que sirve para hacernos preguntas, aunque no todos lleguemos al mismo lugar, porque no es un recorrido, es una gran malla de ideas. Si decides verla, compárteme tus impresiones, concuerdes o disientas.

Me gustaría repetirla, darla de nuevo en casas de amigos, en estudios de aquí y de allá, en eventos o en empresas que me lo pidan, sin cobrar por ello; me ayudará a mejorarla y a abrir reflexión sobre algo que creo que nos conviene como profesión.

De Ulm a Cádiz

Están siendo meses intensos para quienes nos hemos embarcado en esta aventura de crear el Instituto Tramontana, probablemente el proyecto más importante de mi vida.

Prácticamente todo lo que me ocurre en estos meses se conecta de forma natural en relación al Instituto: lo que leo, lo que veo cuando viajo, lo que pienso cuando me retiro, las personas que conozco o lo que escucho. Como en todas las cosas en las que pones mucho de ti mismo, surgen emociones, ideas, dudas, ilusiones…

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Un poco por necesidad de desahogo y otro poco por encontrar complicidades, he decidido ir contando esas cosas que me y nos ocurren, que leo, que pienso, que me cuentan. Y lo voy a hacer en mensajes sin periodicidad ni mucho envase; con ilusión de recibir respuestas, de compartir con quienes sientan interés por esto de ayudar a formar a gente que cree, diseñe, construya y gestione cosas mejores. A estos mensajes los he llamado “De Ulm a Cádiz”, que me parece una metáfora muy bonita de ese eje “Utilitas - Delectus” y que además es un viaje personal, necesario, simbólico y real.

Si decides acompañarme, suscríbete aquí.

Moderna o decó

¿Con cuál te quedas?

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Dos ediciones del mismo libro. Una de principios del s. XX (no está fechado) y la otra de 1958. La antigua, en estilo decó, parte de una preciosa colección de manuales que vendía Gallach por 214,50 pesetas si la comprabas entera, y de regalo te daban un precioso mueble para encajarlos todos. La segunda, una edición austera, algo más voluminosa y generosa en la tipografía, impulsada por Mariano Rubió hijo.

El libro es una pasada. Me está sirviendo para dar forma a los grupos de estudio del Instituto Tramontana, junto con otras lecturas.

Elige, ¿Con qué edición te quedas? ¿La moderna o la decó?

¿Customize?

Cada alternativa de diseño que dejas en manos de tus usuarios es una decisión que no has sabido tomar como diseñador.

Dicho por mí mismo, cientos de veces.

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Dicho de otro modo, la cantidad de opciones en un diseño es inversamente proporcional a la cantidad de información que tenemos. A medida que crece la información sobre el usuario, el contexto y el dispositivo, e reduce el número de soluciones posibles en la interfaz.

Si conocemos (o podemos inferir) la hora de uso, la luz ambiente, la densidad de información, el tipo de pantalla del usuario, el estado de su visión, el tipo de contenido que consume más, etc. podemos tomar una decisión sobre el contraste idóneo entre el color del texto y el fondo.

Las opciones de customización, especialmente de cuestiones más de la forma y no tanto de la función, pueden parecer algo positivo pero sólo añaden ruido y poco o nada de valor. Cuando veo este tipo de decisiones en manos de empresas grandes que claramente tenían datos para tomar una buena decisión, pienso que quizás lo hacen para dar que hablar, para generar una falsa sensación de libertad o —Dios no lo quiera— por torpeza del equipo de diseño.

A modo de post scriptum, escribí un cuentecito hace unos años jugueteando con la idea de la personalización extrema; lo titulé HEX 64A7AE.

Poesía de rechazo

La poesía moderna más moderna no es poesía de acogida, sino de rechazo, o mejor, de repulsión.

[…]

El nuevo hombre de letras no consigue el efecto que busca diciendo que para él el negro jorobado tiene aureola. Lo consigue diciendo que, a punto de abrazar por fin a la más bella de las mujeres, le produjo nauseas ver que tenía un grano encima de la ceja con una mancha de grasa en el pulgar izquierdo.

G. K. Chesterton en “El humanismo, ¿Es una religión?”

De sticker a pegatina de verdad

Poniéndome al día tras unas breves vacaciones, recibo con alegría una carta manuscrita (qué delicia) de Jordi Mon, quien tiene el detallazo de mandarme algunas de las pegatinas que ha hecho a partir de los stickers de Tramontana para Telegram: Dieter Rams y Jony Ive.

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Los adhesivos llegan en un momento divertido: Ive, harto de ordenadores y mandangas dice que se pira, que le dejemos en paz, que él lo que quiere es hacer lo que le plazca y por eso ha llamado a su empresa LoveFrom. Nadie podrá decir que no anticipamos ese momento:

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Jordi, moltíssimes gràcies pel detall 😊

Más studiositas y menos curiositas

Tras mi conferencia en la presentación del Instituto Tramontana, muchas personas me dijeron que echaban de menos volver a estudiar como forma de reforzar su profesión de diseñadores. Me resultó esperanzador.

Mi sensación es que hoy los diseñadores somos muy dados a la curiositas y poco a la studiositas.

Curiositas y studiositas son dos términos enfrentados que acuña Tomás de Aquino en su Suma Teológica y que creo que sirven muy bien para describir lo que quiero explicar.

Para Tomás de Aquino la studiositas es el estudio ordenado, estructurado, de un área del saber, con el fin de acercarse a su verdad. Es una actitud que presupone esfuerzo, planificación y dedicación constante. Mediante la studiositas nos volvemos más sabios de forma progresiva; cimentamos nuestro conocimiento y desarrollamos una visión propia, independiente y cargada de criterio. La studiositas ayuda, además, a conectar saberes, algo necesario en cualquier disciplina creadora.

Lo opuesto a la studiositas es la curiositas: el picoteo de aquí y de allá, sin planificación ni profundización, guiado más por la necesidad de entretenimiento que por el deseo de conocimiento. La curiositas, según Tomás de Aquino, viene en trocitos pequeños, sirve para evadirnos, para divertirnos un rato y —esto es lo más perverso— para crear la falsa apariencia de aprendizaje, que a menudo usamos para aparentar ante los demás.

Suena familiar, ¿verdad? La studiositas pide tanto esfuerzo que acabamos cayendo en la curiositas: charlas TED, Netflix, Youtube, articulitos ligeros con diez consejos o cinco principios o simples tweets. Datos triviales, titulares, opiniones envasadas, axiomas sencillitos y anécdotas curiosas.

La curiositas es la enemiga del aprendizaje: lo que nos entrega no se acumula, se desvanece. Nos da pautas a imitar en lugar de desarrollar sentido crítico; nos lleva a lugares comunes en lugar de descubrirnos terrenos desconocidos. La studiositas nos hace más individuales, la curiositas más del montón.

La fragmentación y edulcoración del conocimiento para hacerlo “contenido” mata la studiositas. Queremos contenido cada vez más entretenido y en fragmentos más pequeños ¿Por qué leer un libro si hay un documental en Netflix o un artículo con las diez ideas que necesito saber, o mejor aún, un hilo de Twitter?

Estamos de acuerdo en que el estudio debe ser algo que ocurra en todo momento de nuestra vida, ¿Verdad? Bien, pues si eso es así, decidme, ¿A qué estudio de verdad se entrega el diseñador medio? Ya os lo digo yo: poquito o ninguno. Es desolador.

La curiositas está matando nuestra capacidad de crecer como diseñadores, de plantearnos escenarios, modelos o propósitos nuevos. Nos hace peones acríticos con lo que hacemos y con la forma en que lo hacemos. Nos hace del montón, operarios repetidores de técnicas en cadenas de montaje que sólo ven su tramo del proceso, que no entienden qué pasa ni entienden que sea importante entenderlo.

En todos los diseñadores buenos que conozco, en todos los profesionales que admiro, veo siempre deseo de verdad y hábito, disciplina, en el aprendizaje. Son personas que trazan sus caminos de búsqueda de conocimiento de forma muy consciente, que conectan mundos en su aprendizaje y que enriquecen todo lo que tocan. Son personas que siento más libres, más únicas.

Una de las iniciativas que estamos armando en el Instituto Tramontana son los grupos de estudio: grupos de personas que deciden aprender de un tema concreto mediante lectura, reflexión y conversación, todo ello tutorizado por alguien experto y culto en ese ámbito. Tengo muchas dudas respecto a la mejor forma de hacerlo y también respecto a qué acogida real tendrá.

Todo el mundo dice querer aprender, pero a la hora de la verdad, casi todos dicen no tener tiempo, que es el mejor disfraz de la pereza. No sé cómo podemos luchar contra eso.

Peca de modesto

Por fin Cris Busquets se ha decidido a entrevistar a Wences Sanz en UI From Mars.

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La he leído con ganas y me ha gustado, pero me ha parecido que en toda su humildad, que es buena, peca de modesto y no se transmite del todo lo importante que ha sido/está siendo su labor.

Nunca he trabajado con Wences ni me he ido de copas con él; no me ha contratado ni yo le he contratado nunca a él. No nos debemos nada. Y desde esa independencia puedo decir que le ha dado mucho combustible al ámbito del diseño digital en España ¡Y sigue sin cansarse!

En algún momento tendremos que reconocérselo como toca.

Trigo

Me ha deleitado este trabajo fotográfico titulado Trigo, porque me evoca tardes de verano perdido conduciendo por carreteras secundarias, en este enamoramiento mío por Castilla, tardío y definitivo.

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La Red Nacional de Silos, impulsada en su origen por el Servicio Nacional del Trigo (fundado en 1936 durante la Guerra Civil Española) fue un proyecto desarrollado a partir de 1940 que pretendía dotar a las zonas agrícolas españolas de una serie de almacenes de cereal (silos y graneros).

[…]

Trigo nace con el objetivo de realizar una reflexión acerca de la despoblación y el abandono de los pueblos, provocados por la evolución de la sociedades hacia los grandes núcleos de población, empleando para ello como hilo conductor, el estado actual de algunos de los silos o unidades de almacenamiento de la red secundaria de la provincia de Palencia.

Trigo es un proyecto fotográfico de Víctor Quintana.