Ivrea 1982

La tarde en Ivrea era un horno, y el aire espeso se colaba en la planta de ensamblaje de Olivetti, donde el repiqueteo de las máquinas de escribir marcaba el ritmo del día. En la oficina acristalada del primer piso, Ettore Sottsass y Dieter Rams se encontraban cara a cara, sentados al principio con la rigidez de dos generales en una tregua incómoda. Mario Bellini observaba desde un rincón, con la camisa arrugada y una botella de grappa medio vacía que había dejado sobre la mesa.

“Bueno, Dieter,” comenzó Sottsass, encendiendo un cigarrillo y dejando que el humo se arremolinara entre ellos. “Espero que este encuentro sirva de algo más que para que nos tires tu sermón calvinista sobre la función de los cojones.”

Rams se inclinó hacia adelante, con las manos perfectamente entrelazadas y una sonrisa tensa. “He venido para ver si en este antro de colores y excentricidad de mierda se puede hablar de diseño de verdad, Ettore. Pero empiezo a pensar que esta oficina es más un altar hippie, lleno de idolatrías absurdas y humo, que un lugar de trabajo serio.”

Bellini soltó una carcajada corta, dejando escapar un trago de grappa por la comisura de los labios. “¡Tranquilo, alemán de mierda! Aquí no estamos en tu triste oficina de Braun, donde la diversión está prohibida y todo huele a sopor y café malo.”

Sottsass lo secundó con una risa ronca, golpeando la mesa y haciendo que la botella de grappa temblara peligrosamente. “¡Eso! Vuestra puta ética del trabajo es tan seca como un sermón protestante. Al menos nosotros disfrutamos de la vida y no vivimos con cara de funeral.”

Rams apretó los dientes, su sonrisa ahora una mueca. “¿Disfrutar de la vida? Claro, entre un plato de putos espaguetis y vuestros crucifijos, sois expertos en hacer de todo un espectáculo sin sentido. Tus diseños, Ettore, son como esos fideos de mierda vuestros: mucho ruido, poca sustancia y siempre con la misma salsa de color chillón, el mismo de tu máquina de escribir de juguete.”

El ambiente se cargó de una tensión palpable. Sottsass se levantó de golpe, el cigarrillo cayendo de su mano y dejando un rastro de ceniza en los papeles esparcidos. “¿Poca sustancia? ¡Prefiero mil veces mis ‘juguetes de colores’, como los llamas, que tus putas radios grises que parecen ataúdes!

“Además, se dice que tienes a ese pobre diablo de Lluelles en España, encerrado en un despacho, dibujando tus putos exprimidores y batidoras como un prisionero. Y para qué, ¿eh? Para que sigas sacando la misma calculadora de mierda con distinta forma y le digas al mundo que es ‘menos, pero mejor’ ¡Eres un puritano de mierda, Rams! No sabes lo que es el alma de un diseño porque te la olvidaste en algún sermón calvinista.”

Rams también se levantó, empujando la silla hacia atrás. “¿Alma? ¿Tus piezas de circo tienen alma? ¡Tus diseños son una jodida broma para millonarios aburridos que no saben qué hacer con su dinero! Y si crees que tu pasta y tus gritos de tendero van a impresionarme, estás más drogado de lo que pensaba.”

Bellini, viendo la tensión, intentó calmar las cosas con una sonrisa burlona. “Vamos, Dieter, no te enfades tanto. Un poco de color no ha matado a nadie, a menos que hablemos de tus putos productos, que son tan mortíferos como un desfile de la Wehrmacht.” La carcajada de Bellini se escuchó en toda la planta.

La botella de grappa, que había quedado al borde de la mesa, se precipitó al suelo, derramándose y empapando unos papeles que había esparcidos. Sottsass la pateó en un arrebato, salpicando las piernas de Rams, quien dejó escapar un gruñido y se acercó más, encarándose con él.

“¡Toca esa botella otra vez, Ettore, y te meto tus putas máquinas de escribir por donde no te da el sol!” escupió Rams, con la furia transformando sus ojos en dos cuchillas.

“¡Hazlo, si tienes huevos, alemanito!” respondió Sottsass, con los puños cerrados y la cara enrojecida. Bellini, entre risas y una tos cargada de humo, lanzó un “¡Vamos, a ver si el calvinista tiene cojones de verdad!”

La gente de la planta de ensamblaje había dejado de trabajar y miraba hacia arriba, hipnotizada por el espectáculo. Los gritos se apagaron por un segundo, solo para que Rams, en un arrebato de furia, encendiera su mechero y lo pasara por encima de los papeles empapados en grappa. Una chispa bailó, y las llamas empezaron a lamer los bordes con rapidez.

“¡A tomar por culo esta mierda!” gritó Rams, tirando el mechero al suelo y apartándose mientras el fuego crepitaba. Sottsass y Bellini retrocedieron con los ojos abiertos, mientras el humo comenzaba a llenar la oficina.

Los trabajadores miraban desde abajo, algunos riendo nerviosos, alguno grabando con su tomavistas. La imagen de Dieter Rams alejándose por el pasillo, con el eco de sus pasos resonando, quedaría grabada en sus mentes como el día en que la oficina de diseño de Olivetti se convirtió en el campo de batalla más salvaje de la batalla entre la modernidad y la posmodernidad.

Fin.

Espero que te haya gustado este relato, un poco disparatado y otro poco hiperbólico, que retrata un momento de la historia del diseño. Vendrán más. Si quieres recibirlos en tu email, te animo a que te suscribas a mi newsletter De Ulm a Cádiz.

Whisky Tango Romeo (texto

Whisky Tango Romeo 21
Whisky Tango Romeo 21
Whisky Tango Romeo 21

Seiscientos once, quince.
Setencientos cuarenta y nueve, treinta y nueve.
Cero cuarenta y tres, cuarenta y tres.
Quinientos ochenta y tres, veintiocho.
Cuatrocientos uno, veintiuno.

La voz suena lejana, sucia, como casi todo en la onda corta. Tengo que usar auriculares para escuchar los números con claridad. Con una mano sostengo mi radio, con la otra, anoto los números en una libreta de bolsillo.

El viento ha cambiado y ya se ha perdido ese aroma característico de Jeddah, mezcla de especias y polvo. Ahora llegan bocanadas nauseabundas de aire caliente desde Port Sudan, hacia donde nos dirigimos. El olor a basura quemada y pescado podrido empieza a ser insoportable, me cuesta evitar las arcadas.

La pestilencia de los puertos sudaneses me devuelve a mi infancia en Pamplona, a la tienda de ultramarinos de don Cosme, que tenía siempre una caja de arenques abierta en la entrada. Recuerdo visitarla con mi abuela para comprar allí las latas de mejillones y atún en conserva. Me llevaba engañado, a sabiendas de que si me preguntaba yo me negaría. “Vamos a por un bollo de leche al horno de Francisca, Luisito”, me decía. Y yo consentía porque la quería mucho y, aunque tenía apenas siete años, entendía que su motivación no eran ni las conservas ni el bollo de leche, sino presumir de nieto frente al tendero y la panadera. Toleraba ese olor, sin soltar la mano de mi abuela, a sabiendas de que tras los ultramarinos vendría el bollo y, con suerte, una chocolatina.

Se me acerca un marinero, curioso por saber qué estoy escuchando, imagino que sorprendido porque esté tomando notas. —tengo que ser más discreto— me digo a mí mismo. Me pregunta en español, aunque su acento le delata como portugués. Le respondo que previsiones metereologicas, tratando de cubrir con la mano mis anotaciones. Me responde algo acerca del calor y se da la vuelta mientras gira los ojos hacia el cielo, dando a entender que me preocupo por cosas sin sentido.

La interrupción del marinero me ha costado perder dos bloques de números. Cada uno corresponde a una letra, pero hasta que no recomponga todo el mensaje no sabré si necesito recuperarlos en la segunda transmisión, a las ocho de la noche.

El mismo mensaje se emite seis veces al día, cada cuatro horas. Cada hora tiene asignada una frecuencia diferente. De este modo, si tengo que interrumpir la recepción por algún contratiempo, siempre puedo retomarla cuatro horas después. Este sistema también es útil cuando la propagación de radio no es buena en algunas zonas del espectro de radio. En esos casos, espero cuatro horas y sintonizo en otra franja del dial menos propensa a interferencias o ruido atmosférico.

La transmisión empieza y termina siempre con un fragmento de “No llores por mí, Argentina”, sin letra y a piano. Esa melodía me sirve para identificar la señal en el mar de mensajes y sonidos de la onda corta.

Me imagino al tipo de la Oficina de Transmisiones que la eligió, pensando que era original de Paloma San Basilio. Sería un carca nostálgico, de esos que aún quedan en la casa y que en los setenta tenían más poder, más pelo y menos panza, uno de esos que siguen fumando en la oficina, casi siempre  Winston de contrabando. Lo imagino pegando bocanadas al cigarrillo, mientras tararea mal la melodía, haciendo sentir vergüenza a los técnicos de comunicaciones más jóvenes.

He llegado a Jeddah desde Madrid, en un vuelo comercial, esta misma mañana. En la terminal me esperaba un taxi con una persona del consulado español, que me ha entregado una maleta y me ha llevado directo al puerto.

En Port Sudan me encontraré con un representante de las fuerzas armadas de Eritrea, con quien debo negociar una venta de armamento español. El conflicto entre etíopes y eritreos parece haberse calmado, pero si vis pacem para bellum. Los eritreos quieren aprovechar la calma para asegurarse una posición fuerte ante posibles (y probables) reescaladas y la munición española es parte de su lista de la compra.

Me gustan las misiones en esta región. Me siento como alguien de paso por el lejano oeste que entra al Saloon a calmar su sed y nota la tensión en el ambiente. Un día hay un duelo entre facciones, otro un tiroteo entre el Sheriff y el bandido y, de fondo, peleas habituales en las que vuelan sillas, botellas y mamporros. Así es el Cuerno de África.

El origen de todo este jaleo es difícil de entender. Nada, ni los despachos diplomáticos ni informes de riesgo que generan los analistas del Centro, pueden contarte lo que pasa aquí de verdad. Necesitas venir aquí y ver cómo se hablan, pero sobre todo, cómo se miran unos a otros.

Por resumirlo, diré que lindando con Eritrea, el norte y el sur de Sudán andan a la greña por viejas opresiones. Los del norte, que se denominan árabes —aunque sean de piel oscura— llevan años esclavizando y sometiendo a los del sur, de talante y aspecto más… ‘africano’. En los últimos años, a los del sur se le han hinchado las narices, se les ha acabado la paciencia y han plantado cara, sobre todo desde que se están abriendo yacimientos de petroleo en el sur.

Para los eritreos soy un broker de armamento gibraltareño, para el CESID soy WTR (Whisky Tango Romeo), pero para la tripulación del Monte Igueldo soy Carlos Irigoyen, un Ingeniero de la naviera Ibaizabal. Hace una semana fueron informados de que embarcaría en Jeddah para revisar los sistemas de filtrado y tomar algunas mediciones en el buque. Tienen orden de dejarme hacer sin molestar demasiado y, por el trato que me dan a bordo, creo que el capitán ha trasladado la orden muy claramente a la marinería.

En el armario del camarote he dejado la maleta Pelikan hermética que me entregaron hace unas horas, asegurada con un cierre extra. En ella va un equipo de medición y, escondidas entre la espuma protectora, muestras de munición de gran calibre que los eritreos querrán probar antes de hacer su pedido, que alguien del ministerio trasladará a EXPAL, MAXAM o algún otro fabricante de explosivos nacional. El pedido llegará en algún contenedor en cuestión de semanas y desde Djibuti será revendido, sin siquiera ser abierto, a los sudaneses de uno u otro bando. Nosotros lo sabemos, pero disimulamos porque… Ce sont vos affaires.

Además de la maleta negra, llevo una mochila con algo de ropa, efectos personales, la radio y un libro muy importante: “Naufrago voluntario” de Jacques Bombard. En la Oficina Nacional de Transmisiones, en Madrid, hay un operador con el mismo libro en su mesa.

El operador convierte cada letra del mensaje que me envían en un número, según el lugar de la letra y la página del libro de Bombard. Así, una F podría convertirse en 134 26, por ser la letra 134 de la página 26.

Él operador recibe los mensajes que debe retransmitir y los codifica según el sistema de libro, la secuencia de números pasa a un locutor, que graba el mensaje. Ese audio se emite después desde las antenas de Radio Nacional del centro de Noblejas y desde ahí llega a mi transistor. Y al de mucha más gente, pero nadie sabe que sin el libro de Bombard el mensaje es indescifrable.

Un día sustituirán Evita por otra melodía y me alegraré porque al tipo de la Oficina de Transmisiones lo habrán jubilado. Lo que no creo que jubilen es este sistema de onda corta, más discreto y seguro que cualquier equipo satelital.

Puedo reemplazar el transistor por otro, si lo pierdo. Pero no puedo reemplazar el libro. Podría encontrar, buscando mucho, una copia en francés, pero para que el sistema de ‘doble libro’ funcione tiene que usarse la misma edición, del mismo año, con el mismo número de páginas. Que sea una edición antigua de 1966 le da un extra de seguridad a nuestras comunicaciones, además de cierto encanto bibliófilo.

Es el libro, y no la radio, la herramienta clave de mi operación. En unos minutos bajaré a mi camarote y abriré sus páginas. Ellas me irán dictando, entreveradas en la narración marinera de Bombard, las letras del lugar, la hora y el contacto con el que debo encontrarme en Port Sudan.

Me quedo unos minutos más aquí arriba, viendo atardecer. No hay luz como esta en el mundo ni sensación igual a la de este momento.

Veintiuno, fin, veintiuno, fin, veintiuno fin.


Espero que te haya gustado este relato, el primero que además publico en formato audio. Aunque la historia es de ficción, las grabaciones de radio que he empleado son reales.

Desde 1992 a 1996, Akin Fernandez grabó multitud de retransmisiones espías, codificadas y emitidas a través de onda corta a los operativos de diversas agencias de inteligencia. A esas emisoras se las conoce como estaciones de números y aún hoy siguen empleándose en las comunicaciones del espionaje internacional.

En 1997, publicó sus grabaciones en cuatro CD’s, bajo el nombre de The Conet Project. Hoy, libres para descarga, pueden escucharse en multitud de sitios web. Sin embargo, nadie ha podido descifrar el contenido de sus mensajes.

Augurium

Gracias por confiar en Augurium, el asistente que predice cómo transcurrirá tu día y te encamina a tomar las decisiones que más te convienen y mejor te haran sentir.

Augurium es un agente presciente de última generación. A diferencia de los agentes prescientes actuales, empleados por gobiernos y corporaciones para crear grandes modelos de realidad, Augurium trabaja por y para tus circunstancias personales y tus emociones.

Augurium te ayuda a planificar, ejecutar y reflexionar sobre tu realidad. esta guía te enseñará más acerca de su funcionamiento, una vez que lo hayas instalado.

Por la mañana: planificación

Cada mañana, cuando te despiertes, Augurium habrá elaborado un informe predictivo de todo lo que ocurrirá a lo largo de tu día y las decisiones que te conviene más tomar.

Podrás escuchar el informe y hacer todas las preguntas que consideres, conversando con Augurium acerca de las dudas que tengas, de las sensaciones que tienes y las posibles ramificaciones en caso de tomar una u otra decisión.


Durante el día: ejecución

Recibirás una alerta cada vez que se produzca un cambio de rumbo en los acontecimientos previstos debido a algún evento inesperado. Cuando eso ocurra, Augurium reescribirá la predicción para el resto del día, poniendo énfasis en las decisiones que debes reconsiderar. En todo momento podras conversar con Augurium para entender o aclarar lo que necesites.

El indicador de tu uña meñique irá cambiando de color en función de lo bueno o malo que vaya a ser el resto del día, siempre basándose en las decisiones que vayas tomando. En todo momento podrás frotarlo para que Augurium te de consejos a corto plazo.

Cuando te enfrentes a decisiones inesperadas (tener que elegir comida en un restaurante, atender una llamada,  valorar el trabajo de un compañero…) Augurium lo detectará sin que hagas nada y te avisará de que tiene preparada para ti la decisión que mejor resultado te aportará.

Augurium también sabe cuándo tu estado de ánimo no es el mejor. Cuando eso ocurra, intervendrá sin que se lo pidas, guiándote para salir de esa zona oscura.


Al final del día: balance y emoción

Augurium te ayudará a hacer balance al terminar el día. Cuando detecte que estás en un estado propicio, Augurium iniciará una conversación contigo acerca de las decisiones que has tomado y cómo te han hecho sentir.

Recuerda, no hay buenas o malas decisiones, sino buenas o malas emociones.

En ocasiones y cuando tu momento sea propicio, Augurium sacará a colación tus objetivos y expectativas. Podréis conversar acerca de tus aspiraciones laborales, de lo amoroso, de tus necesidades financieras o de cualquier otra cosa que te ronde la mente. No tengas miedo de hablarle también de sueños y pasiones. Cuanto más te conozca, mejor podrá ayudarte.

Mientras duermes, Augurium usará toda esa información para preparar el informe predictivo del día siguiente, ayudándote a tomar las decisiones que más te ayudarán.


Tus datos son esenciales

Para poder saber quién eres, tu estado de ánimo y lo que tienes por delante, Augurium necesita acceder a tu archivo y registro de biomarcadores en tiempo real, así como a tu agenda de contactos, calendario y mensajes. Además, para poder entender a lo que te enfrentas en cada momento, Augurium también requiere acceso a todas las cámaras, micrófonos y sensores conectados a tu red personal y doméstica.

Al utilizar Augurium le das consentimiento explícito para que acceda a toda esa información y la use para ayudarte a ti y a otras personas a tomar mejores decisiones.

Si deseas conocer en detalle toda la política de datos y privacidad de Augurium, así como tus derechos de acceso y revocación, puedes hacerlo desde www.augurium.me


Mejores decisiones

Las mejores decisiones son las decisiones informadas. Augurium pronostica tu día y te ayuda a decidir procesando información de tres fuentes: tu entorno, tu contexto social/laboral y tu cuerpo.

La luz, la temperatura, el ruido, los olores o la gente que tengas alrededor influyen en tu estado de ánimo. Augurium no sólo analiza tu entorno en tiempo real, sino que, atendiendo a tu agenda, predice el entorno que tendrás en cada momento del día y cómo influirá en tu estado de ánimo.

Tus entorno social también tiene un efecto clave: contactos, amistades, parejas, compañeros de trabajo, jefes o desconocidos que aún no sabes que te toparás. Todos ellos te harán sentir cosas y condicionarán la manera en que te comportes. Augurium predecirá esas situaciones y anticipará tus encuentros con esas personas, ayudándote a conducirlos de la manera que más te ayude.

Por último, tu cuerpo. Augurium puede ver y oir todo lo que pasa a tu alrededor, pero también puede saber cómo está afectando a tu mente y tu cuerpo. Y al revés: cómo tu situación hormonal y bioquímica determina tu estado de ánimo y capacidad cognitiva en cada momento.

Estos son los principales biomarcadores que Augurium obtiene de tu registro biométrico en tiempo real:

  • Glucosa en sangre (energía, fatiga, irritabilidad, hambre)

  • Acido fólico (energía y estado de ánimo)

  • Presión arterial, pulso y HRV (estrés y fatiga)

  • Cortisol (estrés y ansiedad)

  • Actividad encefalográfica (sueño, relajación, creatividad)

  • Melatonina (ciclo de sueño-vigilia, calidad del sueño, fatiga)

  • Serotonina, acetilcolina, endorfinas (bienestar emocional, motivación, atención, resistencia al dolor…).

  • Dopamina (placer y motivación).

  • Testosterona y estrogeno (deseo sexual, energía).

  • Ácido fólico (depresión, salud general).

  • Leptina y grelina (apetito).

Además de estos biomarcadores, Augurium analiza y parametriza tus respuestas a sus preguntas y los estímulos sensoriales a los que te expones: música, comida, aromas y esencias… para una cartografía completa de tu estado de salud, mental y anímico.


Más cómplice

Augurium te ayudará más cuanto más sepa de ti. Durante los primeros días de uso irá construyendo un modelo psicológico de alta densidad. Hazle partícipe de tus anhelos y frustraciones, incluso si no se refieren a cuestiones inmediatas. Cuantas más confidencias le hagas, más fantasías, deseos ocultos, o sentimientos oscuros le confíes, mejor entenderá tus acciones y más complicidad tendrá al aconsejarte y guiar tus decisiones.


Más anticipación

Augurium es un agente presciente. Esto significa que es capaz de anticipar eventos que ocurrirán antes de que los podamos experimentar. Para poder calcular y anticipar esos eventos, Augurium procesa millones de fuentes de datos, tuyas y externas, en tiempo real, creando un modelo de alta fiabilidad a 12 horas

  • Predicción a 3 horas: 96% de fiabilidad

  • Predicción a 6 horas: 89% de fiabilidad

  • Predicción a 12 horas: 83% de fiabilidad

¿Qué clase de eventos predice? Todos los que están digitalizados o se pueden inferir a partir de datos digitalizados. Aquí tienes algunos ejemplos:

  • El tipo de comida que te apetecerá a mediodía.

  • El resultado de tu solicitud de aumento de sueldo.

  • Los temas que saldrán en una comida de trabajo.

  • Llamadas, correos electrónicos, solicitudes, etc.

  • El estado anímico y las necesidades emocionales de tu pareja, cuando llegues a casa.

  • etc.

Augurium se anticipará a los eventos, avisándote con antelación y recomendándote un curso de acción propicio, para que puedas sacar el mayor partido de las circunstancias.


Mejores recuerdos

Somos nuestros recuerdos. A través de nuestro algoritmo Mnemocraft ™, Augurium analiza las experiencias, las sensaciones y los recuerdos que millones de personas le confían, mejorando su capacidad de predecir y recomendar no sólo lo que es objetivamente mejor, sino lo que será mejor recordado.


Mejores vínculos

La vida es un deporte que se juega en equipo; tus familiares, tus amigos y tus compañeros tienen mucha influencia sobre todo lo que ocurre a tu alrededor.

Cuantas más personas de tu entorno usen Augurium, más acertadas serán las predicciones y mejores las recomendaciones que recibas. Además, Augurium te ayudará a mejorar los vínculos con las personas que te importan y a crear nuevos con las que te interesan.


Acerca de Augurium

La vida es cada vez más compleja. Más información, más conexiones y más decisiones que tomar. Añadiendo tecnología a nuestro día a día hemos hecho que la entropía se dispare. Usemos, pues, tecnología para controlarla.

Augurium nace impulsada por un equipo hispano-canadiense con un objetivo compartido: usar la tecnología para crear experiencias vitales positivas en las personas.

Utilizamos algoritmos avanzados de registro y procesamiento del contexto de usuario y modelos de simulación avanzada de escenarios, creados por un equipo internacional de científicos, psicólogos e ingenieros.

La génesis de Augurium está en el estudio de De Santos, D., Tremblay, M., & Lévesque, A. (2034), Parametrizing the Immediate Future: The Reciprocal Influence of Contextual Reality and Decision-Making in Event Prediction, Journal of Predictive Analytics, 18(2), 45-62.

Augurium es una marca registrada de Synthèse de Mémoires - Mnemosyn ©, con sede en1361 William St (Quartier de l’Innovation) Montreal, Quebec H3C 1R4, Canadá.

Versión actual: 1.8-2037 (Release).


Gracias a Xabi Uribe-Etxebarria por todos estos años de conversaciones y diseño para agentes inteligentes. Cuando empezamos a colaborar, en 2015, Sherpa era un recomendador personal. Hoy es la plataforma de aprendizaje federado a través de IA más prometedora de España y una de las más interesantes del mundo. La usan organizaciones sanitarias, financieras y de seguridad para resolver problemas, sin que los datos de quienes aprenden se vean comprometidos.

WHISKY TANGO ROMEO

Whisky Tango Romeo es mi primer audiorelato de ficción. Lo he creado con grabaciones reales de los años 90, música ambiental y mi propia voz para locutarlo.

Lo empecé con el objetivo de medir el esfuerzo que me supondría trasladar Mnemosyn al mismo formato pero, a medida que avanzaba, según iba eligiendo la música y añadiendo los efectos especiales, disfrutaba cada vez más, hasta olvidarme del objetivo inicial.

Si lo escuchas, te recomiendo que te quedes hasta el final. Tras relato de ficción, hay un minuto de ‘realidad’ en el que hablo de los audios empleados y comparto algo de historia acerca del proyecto Conet.

Por favor, si te gusta y querrías recibir más, dímelo de alguna manera: mediante un like en Spotify /Substack, un comentario o un mensaje privado; te estaré agradecido de verdad. Soy novato en estos temas y tengo tanto entusiasmo creando estas historias como dudas e inseguridades acerca de si compartirlas o cómo hacerlo.

Mnemosyn: ¿Qué harías si pudieras revivir el mejor año de tu vida?

Ya está publicada Mnemosyn, la novela breve en la que he estado trabajando recientemente, mi primera incursión en la ficción para hablar de algo muy real.

David, un hombre de 83 años, encuentra la oportunidad de volver a 1999, su mejor año, gracias a un programa experimental llamado Mnemosyn. Desde allí, escribe mensajes a su yo de 2024. Este no es un simple viaje a la nostalgia; es un retorno lleno de decisiones difíciles, amistades que se sienten más reales que nunca, y un amor que desafía el tiempo.

Un relato que usa la ciencia ficción para hablar de la nostalgia, desde tres voces que se entrelazan: la de un joven idealista, un hombre maduro atrapado en la rutina, y un anciano en busca de paz.

Mnemosyn se puede leer como ebook desde la tienda Kindle de Amazon. El precio es asequible: 2,69€ y la lectura también, son sesenta y algo páginas que se devoran en un par de sentadas veraniegas.

Si lo lees y decides dejar una reseña amable, avísame que querré tener contigo un detalle de agradecimiento.

PS: he escrito aquí una breve reflexión sobre nostalgia y tecnología. Seguiré publicando alguna reflexión más, con la excusa del libro, en mi boletín en Substack.


Escribir ficción

Llevo varios años escuchando una vocecita en mi oído derecho, diciéndome lo mismo cada domingo por la tarde. Me las he apañado para ignorarla hasta que hace un mes decidí escucharla y conversar con ella:

— Javier, deberías escribir ficción, al menos probarlo. No es muy diferente de lo que ya haces, piénsalo: diseñar es disponer elementos para propiciar una escena. Cuando creas esa escena en tu cabeza, antes de empezar a diseñar, ¿no estás acaso haciendo un ejercicio de ficción?

— Pues tienes razón, pero cuando diseñamos no buscamos que la escena sea de ficción, sino que se vuelva real, que pase de nuestras cabezas a la realidad.

— Puede ser, pero eso no cambia lo esencial del asunto: en ambos casos, en la narrativa de ficción y en el diseño, tienes que definir un montón de variables y tienes que asegurarte de que todas mantienen coherencia entre si, ¿verdad?

— Vale, pero son formas de coherencia diferentes. Al diseñar persigo la integridad de lo diseñado, que haya una cierta continuidad y armonía entre la forma que tiene lo que diseño y la manera en que se comporta y resuelve la necesidad. Es una coherencia entre el usuario, la necesidad y lo diseñado. O, si quieres más precisión, de la necesidad hacia el usuario y su contexto por un lado y hacia el dispositivo y la interfaz por otro. La coherencia de la ficción es otra, más compleja y variable ¿no?

— Quizás. Quien escribe ficción tiene que procurar la coherencia entre los personajes, sus circunstancias, sus acciones… También debe procurar una cierta coherencia entre actos y consecuencias. ¿No hay mucho de eso en el diseño, cuando creáis procesos que son como diálogos, donde el usuario va “conversando” con el sistema para acabar viendo una película o confirmando una compra? Te diría que esos procesos y esos diálogos no son muy distintos de los que se desarrollan en una novela o un guión, por ejemplo.

— Ya veo por donde vas y me estás convenciendo. De hecho, cualquier buen relato debe tener, por encima de todo, verosimilitud; no realismo, ojo, sino verosimilitud. Es decir, que todo sea coherente entre sí, por muy fantástico que sea. Aceptamos que en un relato, una persona pueda volar, a sabiendas de que es imposible, sólo si la manera en que se nos cuenta es lógica, si cuando esa persona se mueve por el aire, se somete a las leyes de la física, a la inercia y todo eso. Esa coherencia es la que propicia la manida “suspensión de la incredulidad” ¿verdad? No es muy diferente en diseño digital: cuando creamos una animación, una microinteracción o un efecto concreto, tenemos que asegurarnos de que es verosímil, que la forma en que se despliega, la manera en que suena y la velocidad a la que aparece y desaparece son naturales. Tanto usuario como diseñador sabemos que ese artificio no es real, que en la pantalla no está apareciendo confettti cuando se confirma una acción o que el scroll no esconde cosas en la parte de debajo del móvil, pero aceptamos esa ficción porque nos ayuda a comunicar algo, a reforzar una idea. ¿Te refieres a eso?

— ¡Sí, justo a eso! Añadiré otro argumento para animarte a escribir ficción: los diseñadores estáis todo el día diciendo que estudiáis a las personas. Hasta creáis documentos donde describís a personas imaginarias para justificar vuestras decisiones de diseño. ¿No crees que crear esos personajes desde cero, con toda su complejidad y en una situación completamente fabricada, sería un ejercicio antropológico aún más poderoso?

— Desde luego. Además, la gente que escribe bien siempre dice que crear un personaje requiere definir cuestiones de esa persona que puede que no salgan en el relato, pero que, al ser tenidas en cuenta, le dan más redondez y veracidad al personaje.

— Pues no sé a qué esperas, Javier. Parece que lo tienes claro ¡Ponte ya a escribir!

— Tienes toda la razón. Debería escribir algo de ficción, pero claro, escribir sin publicar, sin exponer lo escrito a los ojos de otros, se me hace algo estéril. Y publicar… Me puede el pudor, la verdad.

— No me cuentes rollos; si eres capaz de diseñar ecosistemas digitales, deberías ser capaz de diseñar universos inventados. Te costará, claro, pero ¿no estáis todo el día diciendo que nunca hay que dejar de aprender? Pues ea, ponte a ello.

— Venga, sí, me has convencido. Tengo algunas ideas y esbozos que voy a convertir ya en relatos. Además, escribir ensayo no me cuesta, me ordena el pensamiento. Quizás escribir ficción me lo ensanche.

— Muy bien, Javier. Además, apuesto a que más de una persona de las que te leen por aquí, o de las que lees tú cuando escriben sobre diseño, están en una situación similar, con las ganas aún reprimidas. Quizás eso sirva para que se animen. Hasta podríais crear algún grupo, alguna comunidad de diseñadores y diseñadoras que escriben ficción.

— Es una idea brillante. Lo mencionaré por aquí a ver si alguien se apunta. Gracias por esta conversación y gracias por haberte mantenido ahí, paciente, estos dos años, vocecita. Hale, has ganado, ya puedes retirarte e ir a darle la chapa a otro.

Mnemosyn

Hace un mes empecé a publicar un relato de ciencia ficción titulado Mnemosyn. En él, un tipo al que las cosas no le van especialmente bien, empieza a recibir emails desde 1999, de alguien que dice ser su yo del futuro, que se ha desplazado al pasado. La historia cruza las miradas de tres personajes que son el mismo: el David universitario, el adulto y el anciano, cada uno con sus motivaciones y sus contextos, en mitad de un misterio: ¿Qué ha provocado realmente Mnemosyn?

Puedes ponerte al día de la historia aquí y suscribirte para recibir las entregas que faltan hasta el desenlace, que ocurrirá en unas semanas.


Diseños y relatos

¿Te has animado tú a escribir ficción? ¿Te estás planteando hacerlo? ¡Escríbeme!

Cuando seamos suficientes (media docena, no sé), me comprometo a montar un grupito privado en el que podamos compartir experiencias, textos, ideas... para ayudarnos en esta afición tan hermosa y tan cercana al diseño. Ya veremos cómo o dónde. Por ahora, el único requisito es que queramos escribir ficción y estemos dispuestos a hacerlo :)

Angélica Liddell y la supremacía estética

No conecto especialmente con el arte de Angélica Liddell, pero me han impresionado sus palabras en esta entrevista en El Mundo:

Yo quiero artistas irresponsables, a locos, a personas antimesías, personas que viven en el desajuste con la sociedad, no artistas que piensan que tienen una misión en la sociedad. Esa clase de creadores, los misioneros didácticos y moralizantes que quieren contribuir a un mundo mejor, que hacen del arte una responsabilidad democrática más, no me interesan. La defensa del arte es también la podredumbre del espíritu, la soledad, la perversión, y la mera supremacía estética, nuestros demonios y nuestros fantasmas, el espíritu humano en llamas.

[…]

La sociedad se ha infantilizado a causa de una intención educativa del arte. No hay mensaje en ‘El manantial de la doncella de Bergman’ sino una belleza deslumbrante y desgarradora. Esa película no contribuye a un mundo mejor sino a un mundo más bello. La única manera de que el arte recupere algo de su potencia estética y de su libertad frente a la amenaza es la defensa del lenguaje individual por encima de la homogeneización que ahora mismo enmohece el mundo de la expresión.

[…]

Solo la supremacía estética nos salvará de la represión política. La mediocridad no salva a nadie, sino la trascendencia y la belleza de las ideas y de las cosas, y la irreductible soledad del artista.



Prólogo a UX Latam

Me pidieron prologar un libro muy especial: cuenta las experiencias y conocimientos de quienes, en América Latina, han hecho avanzar la experiencia de usuario y el diseño digital. Dejo aquí el enlace a la obra y mis palabras, escritas desde la admiración por el trabajo realizado y la ilusión por lo que nos queda juntos.

El libro es de descarga gratuita.

Este libro no tendría sentido si tratase de técnicas de extrusión metálica, optometría o dinámica de fluidos. ¿Qué habría de interesante en hacer un compendio latinoamericano de algo así?

Lo que da sentido a este libro, lo que le da oportunidad, es que habla de la ligazón entre personas y dispositivos, entre lugares y contextos, entre lo humano y lo tecnológico. Y eso sí demanda una mirada específica; eso sí se comprende culturalmente. Por eso, este libro de mirada latinoamericana no es solo oportuno, sino necesario.

Necesitamos la tecnología porque necesitamos a otras personas. Desde pantallas, teclados y micrófonos, intercambiamos cosas que ofrecen otros seres humanos. Comida, música, muebles, conocimiento, historias, conversación o amor... Todo ello es mercado y es cultura. Todo son personas haciendo lo que hacen las personas. Las personas de siempre, actuando como hemos actuado siempre, a través de las herramientas de cada momento.

Las herramientas pasan, las personas duran y las culturas permanecen. Son la constante de esta ecuación. La experiencia de usuario, que es de lo que habla este libro, es lo que ocurre, lo que experimentamos, al usar esas herramientas nuevas para posibilitar esos intercambios. Si esas personas existen, se relacionan y se aportan en un marco cultural específico... ¿Tiene sentido que hablemos de una experiencia de usuario específica? ¿Existe una UX estadounidense, europea, asiática o latinoamericana? ¿Es la experiencia de usuario un fenómeno cultural?

Hace dos décadas empezaba esta profesión nuestra. Recuerdo, en esos inicios, a muchas de las personas que ahora firman ese libro, procedentes de toda Hispanoamérica, en foros, en encuentros... Era un nacimiento y, como tal, lo importante era que aseguráramos el crecimiento sano de nuestra profesión.

Hoy, en la juventud hermosa de la experiencia de usuario, reforzados por muchas y muchos profesionales nuevos, toca desarrollar la personalidad y forjar el carácter, igual como lo haría una persona cuando sale de su adolescencia. Nos corresponde empezar a tomar nuestras propias decisiones como comunidad de diseño.

Escribo este prólogo en los días que rodean el 12 de octubre, pensando en si ese fenómeno, la Hispanidad, que nos une en torno a un habla, pero también valores, saberes y una sensibilidad única, tiene una traducción a cómo nos relacionamos con la tecnología. Me pregunto si existe esa relación o, mejor aún, si queremos que exista

¿Queremos un diseño, una experiencia de usuario, propio, a nuestra manera, adaptado a nuestra singularidad, a lo que nos hace ser como somos?

Este libro —me siento seguro diciéndolo— es una buena primera aproximación. Espero que te provoque, como a mí, esa pregunta constante: ¿Cómo son las relaciones entre personas y tecnología en Latinoamérica? ¿Y cómo deberían ser? En tus manos tienes ese primer análisis, ese inventario completo y necesario.

Nuestros mercados, nuestras relaciones, nuestra cultura necesitan de tecnología adaptada a ellas, y no al revés. He aquí las experiencias y conocimientos de quienes lo están haciendo posible.

Sensorium Dei

Newton entendía el espacio como un continuo inconmensurable que sólo Dios podía percibir en su totalidad. Por eso lo llamó Sensorium Dei: el espacio sensitivo de Dios.

Para poder existir en ese lugar ilimitado, la humanidad tuvo que acotar esa extensión en parcelas de espacio y tiempo que tuviesen sentido, a escala de nosotros mismos. Troceamos el espacio en lugares con diferentes medidas y significados: mi planeta, mi país, mi ciudad, mi casa, mi habitación… Y, de igual forma, parcelamos el tiempo en unidades que se adaptan a nuestros propósitos y circunstancias: los años, cursos, unas jornadas, el rato que dura un café, el instante del ascensor… Nuestra realidad es, por tanto, una sucesión de eventos en el continuo espacio tiempo. Algunos son sólo nuestros, individuales, irrepetibles. Otros, decidimos compartirlos.

Hace un par de horas se ha ido del Instituto Tramontana Joan Tubau, un tipo de presencia, discurso y diálogo elegante. Hemos hablado mucho del tiempo, como moneda, como herramienta de trabajo y como artefacto para interpretar el mundo ¿Te acuerdas de Arrival, la peli de Villeneuve donde los extraterrestres nos regalan otra manera de procesar el tiempo?

Hace una semana y algo, estuve en Telmodice hablando con gente de diseño sobre lo digital. Les expuse una idea que me ronda mucho últimamente: todas las formas de diseño se definen por la naturaleza material de lo que crean (ropa el de moda, objetos el industrial, libros el editorial, pósters y visuales el gráfico…) menos el diseño de interacción, el digital, el nuestro, que no se puede definir por lo que crea porque lo crea todo: espacios, objetos, servicios, mensajes…. La diferencia del diseño digital, lo que lo hace distinto, es que sus creaciones no ocurren en el plano de lo material, sino en el de lo temporal. El diseño digital crea cosas que ocurren en el tiempo, que cambian, mutan, dialogan… Cosas que nos acompañan.

Bernardo de Chartres dijo, antes que nadie, eso de que caminamos a hombros de gigantes, refiriéndose a que los escolásticos se apoyaron en la filosofía y la ciencia (griegas y romanas, sobretodo) para avanzar en el conocimiento, para ver más que sus predecesores.

La idea, que luego le copia Newton y que Umberto Eco pone en boca de Guillermo de Baskerville, tiene connotaciones muy interesantes: para el campesino medieval que no conoce más que su día y su noche, sus veranos y sus inviernos, no existe la idea de futuro, pues la vida es cíclica y se copia, se repite a si misma. Sólo existe el nacimiento, la juventud y la vejez, en forma de segmento de ese anillo infinito. Pero cuando alguien decide aprender y descubrir, ensancha su espacio intelectual y con él la ventana de lo posible. El mañana pasa a poder ser diferente y por tanto mejorable. Y así creo yo que nace la idea de progreso, de que el tiempo no es un anillo sino una linea. Y no trabajamos para que hoy sea bueno, sino para que mañana sea mejor. Ojo, cuidado con la trampa.

La idea de tiempo, ese invento que da a luz la modernidad (o al revés), me ronda mucho, ya lo decía antes. De ella brota una estética, un imaginario y una industria. También una tecnología, ojo: el reloj crea unidades precisas de tiempo que se pueden cuantificar, vender —qué es sino la letra de cambio—, que se puede invertir, ahorrar… y robar, como agudamente señalaba Joan Tubau hace un ratito. Tanto me gusta la idea que le dedicamos un capítulo en el módulo 4 de Design Graduate, el más reflexivo, contextualizando en ella el diseño de lo digital, que como digo, es el diseño de artefactos que ocurren... En el tiempo. Ay, ¿será que el diseño de lo digital es entonces la forma de diseño más capitalista de todas?

Harina de otro costal es la idea de posteridad, que sí existe desde mucho más atrás y que conlleva poder dejar algo en el camino y que lo encuentren quienes pasen más tarde (poster, después). En esa forma de entender el tiempo, que Nolan retuerce con obsesión plateresca en sus películas, las cosas son diferentes: el tiempo no pasa por nosotros, sino nosotros por él. En Tenet (esa obra maestra) la tecnología no reinterpreta el flujo del tiempo, sino que lo revierte: un positrón es un electrón viajando hacia atrás en el tiempo. ¡Boom!

Los personajes de Tenet se matan por esa tecnología , los extraterrestres de Arrival son más altruistas y directamente nos la regalan: y eso que es su bien más preciado, su manera diferente de entender el continuo espaciotemporal, su propio sensorium alienum. Ese entendimiento de devenir les hacía una civilización superior, igual que nosotros nos sentimos superiores a los campesinos de la alta edad media que no tenían relojes y vivían según los ciclos del sol y del campo. Eso, sentirse superior moral, espiritual y culturalmente a los que estuvieron antes, simplemente porque tenemos acceso a más información o más tecnología, a mí me parece paternalista y hasta supremacista, tanto que me llego a enfadar cuando lo veo en nuestro entorno, tan dado a juzgar lo pasado con altivez. Luego me doy cuenta de que el rato dedicado a esa gente ha sido tiempo perdido, un gasto y no una inversión, un pasivo y no un activo que podría dar más y mejor tiempo después, como el ratito con Tubau de hoy.

Sería hipócrita, sería absurdo

Sería hipócrita hablar de diseño democrático, y luego pedir cinco o diez mil euros por una matrícula.

Sería absurdo decir que queremos a los mejores alumnos y sólo dar formación en la capital.

Sería contradictorio hablar de cómo los productos digitales rompen las limitaciones del espacio y el tiempo, y después impartir clases a horas fijas.

Sería ilógico enseñar nuevas formas de comunicación y narrativa, y después mantener la típica estructura de una clase presencial.

Sería ridículo hablar de inmersividad en lo digital y que te impartiese la clase un profesor recitando su powerpoint a través de zoom.

Qué incoherente sería que enseñásemos diseño de productos digitales y no fuéramos capaces de mejorar, de rediseñar, la manera en que se enseña online.