Una lista privada

Hoy he creado una lista de correo para poner en contacto a los alumnos que se han formado en el Programa Vostok como diseñadores de interacción. En total han sido 32 alumnos en Madrid a mi cargo y 6 en Barcelona de la mano de Ariel Guersenzvaig en 2008.

Se trata de casi cuarenta personas con edades y momentos muy distintos, desde los dieciocho recién cumplidos de uno hasta la cuarentena pasada de unos cuantos. Desde juniors hasta CEOs, algunos trabajando como freelances y otros en empresas cotizadas en NASDAQ. Todos, sin embargo, comparten una forma de entender el buen diseño y un código del trabajo bien hecho. 

Crear una lista de correo privada tiene sus contras. Se supone que cuanto más abierto, más permeable a ideas de fuera y más enriquecedor. Pero la experiencia me dice que las comunidades funcionan cuando son reducidas y cuando las expectativas son compartidas. Sólo así se mejora el ratio señal/ruido y sólo así el grupo es mayor que sus partes.

Estoy convencido de que no hay lugar mejor para buscar respuestas, compartir información, ofrecer un empleo (o buscar uno) que entre quienes se han formado como tú, entre colegas. Me alegrará ver cómo la lista une a los alumnos de las diferentes promociones y cómo de ahí brotan vínculos y apoyos nuevos en forma de confraternización.

Hablando de diseño de información para big data

El pasado 23 de abril di una charla en Databeers Madrid sobre diseño de información. Algo básico, exponiendo la dicotomía entre la forma Tufte y la manera Wurman de entender el diseño de información y tratando de dar claves para superar esa dialéctica.

Aquí está el video de mi charla, titulada Transbordadores, Soldados y Pasta de Dientes:


Y aquí las slides de la charla, junto con la del resto de ponentes, muy interesantes y entretenidos.

Databeers son unos eventos entorno al big data y el análisis de datos que empezaron en Madrid y se celebran ya en varias ciudades. En ellos, varios ponentes exponen breve pero con concisión (la que pueden/podemos) un tema y tras ello se da paso al networking entre cervezas y muy buen ambiente. 

Muchas gracias a la organización por invitarme y a la gente que asistió por escuchar mi charla.

BIOGRAFÍAS DE ARQUITECTOS

Leer biografías es como cuando de noche pasas de luz de cruce a luces largas y de golpe ver mucho mejor por dónde circulas. Es como cuando el avión se eleva sobre la ciudad y la comprendes mejor, como cuando en el Civilization se te iluminaba una parte del mapa que estaba a oscuras.

Las que más me interesan son las de arquitectos y diseñadores de producto. Ellos, antes que los diseñadores de interacción, tuvieron que conjugar estructura, forma y función. Los mejores lo hicieron de maneras que antes ni se imaginaban y su recorrido tiene muchísimas circunstancias que nos pueden ser comunes, que nos dan entendimiento de lo suyo y de lo nuestro.

Hace unos días Gustavo Gili republicó Vidas Construidas, el libro que escribieron Anatxu Zabalbeascoa y Javier Rodríguez Marcos sobre un puñado de arquitectos imprescindibles, desde muy atrás hasta hoy en día. Di saltos de alegría entonces y ando leyéndolo ahora. Es delicioso. Lo leo despacio, que es como se disfruta más, aunque no descarto una escapada a la Alcarria para poder terminarlo de un tirón y sin distracciones.

Mientras se hace el café tiro de otras cosas, lectura más light: biografías en cómic, que también tienen su cosa. Estas dos, una reedición y otra original de los 60, son también interesantes. Mezclan la naïveté de la época y una simplificación que no termino de entender si es por el medio o porque iban dirigidas a niños.

Me gusta esa mezcla. El cómic por su didáctica y la biografía por los porqués. En diseño decimos que importa mucho el contexto del usuario. Yo añadiría que también el del diseñador. Ahí está la otra mitad del asunto.

Dios lo ve


La sensación de complicidad que tienes cuando alguien cuenta bien algo que piensas pero no sabes verbalizar es maravillosa. Me pasó cuando, de una sentada, me leí “Dios lo ve” de Óscar Tusquets. No puedo estarle más agradecido a Alberto Zamarrón por habérmelo recomendado.

Con unas cuantas historias, propias y ajenas, Tusquets nos habla de eso: del trabajo creador que quiere estar mejor hecho de lo necesario, de la búsqueda de la perfección aunque nunca nadie vaya a percibirla entera, de la belleza que no va a ser contemplada. De Lutyens exigiendo a su aprendiz que coloque perfectamente simétricas las ventanas de un edificio en la cara que nadie iba a ver porque, aunque no pudieran ser contempladas, Dios sí lo ve.

En alguna charla he hablado de cómo los escolásticos animaban a diseñar —proyectar, pintar, crear— a imagen y semejanza de Dios. De cómo buscar la perfección formal y funcional era honrarle y reconocerle y de cómo el camino para hacer buenos productos está más en diseñar "mirando a los dioses" que diseñar mirando a los hombres.

Leí a Tusquets sonriendo desde el principio hasta el final precisamente porque él contó —sólo faltaba— eso mismo mucho mejor de lo que yo podría soñar con contarlo.

“Dios lo ve” no es un libro para cínicos ni pragmáticos. Lo es para quien se toma muy en serio su oficio y busca darle propósito y sentido.

Señales misteriosas

Los números de Lost, o quizás una señal del espacio exterior. ¿Encuentros en la Tercera Fase? Qué demonios sería esa señal de radio.

Me fascina la Onda Corta de radio y muchas noches, antes de acostarme, me hago un tazón de café -descafeinado- caliente y le doy un repaso al dial de alguna de las radios. A menudo capto cosas curiosas, difíciles de catalogar o de entender para un casi-profano como yo.

Esta es la señal que capté el otro día:

Intrigado, la grabé y la subí a youtube con la esperanza vaga de que alguien pudiera algún día reconocer lo que era, darme luz. Y me la dieron. En menos de 24 horas alguien me había dicho de qué se trataba y poco después me había informado un poquito.

Esa señal, repetitiva y melódica, era… Bueno, digamos que tendría que haber esperado unos segundos más antes de dar por hecho que siempre era la misma melodía. En concreto, tendría que haber esperado 46,8 segundos, que es el tiempo que tarda cada transmisión. ¿Y qué era esa transmisión? Pues no más de 13 caracteres. Un instante después pasaría al siguiente y así hasta transmitir los 64 caracteres posibles para una comunicación así.

Lo que estaba recibiendo era una señal de comunicación digital, codificada como JT65, un sistema ideado por Joe Taylor y lanzado en 2003 para transmitir mensajes digitalizados y breves de forma fiable a través de ondas con poca potencia. 

Las primeras dos letras de JT65 hacen referencia a las iniciales de su autor y las dos segundas a los 64 caracteres + el de control que se pueden emplear. Aquí un tutorial del autor, más que interesante.

El sistema JT65 es lento pero fiable: se pierde poca información precisamente porque cada trozo de información se repite muchas veces. De esa manera se puede usar la radio para mandar imágenes o cualquier otra cosa que queramos digitalizar, con la seguridad de que llegará casi sin emplear ni potencia (unos cuantos vatios bastan) ni depender de infraestructuras.

No tengo ni idea de qué habría dentro de esa transmisión, pero sí tengo algo claro: la radio es maravillosa por ser tan nocturna, tan libre y tan misteriosa.

Gabriel LLuelles

Imaginadlo paseando por los pasillos de El Corte Inglés —sección hogar— al lado de su mujer. Anda ya algo encorvado, pero con los ojos muy abiertos, siempre curioso. Pasa por delante de las planchas eléctricas y reduce el paso. “Nononono —niega con la cabeza— esto no se limpia fácil sin mojar la parte eléctrica”. Sigue andando y de repente tira del brazo de su mujer para detenerla:

- ¡Estas son, las Nespresso! Mira qué bien pensado, café de verdad sin ensuciar apenas. Metes la cápsula y luego la tiras. Déjame comprar una cariño, quiero ver cómo es por dentro, cómo lo han hecho.

- No, Gabriel, ya tenemos suficiente chatarra en casa. 

Siguen andando. Pasan por delante de las batidoras y Gabriel sonríe "Mira, aún la fabrican". Se pregunta si también el exprimidor. Se acerca al vendedor y le pregunta:

- ¿Un exprimidor bueno y fácil de limpiar?

- A ver, los hay de todo tipo pero si quiere algo sencillo y que funcione bien, el Citromatic de Braun de toda la vida. Piense que lleva cuarenta años, cuando yo me incorporé ya lo vendíamos…

Gabriel deja de escuchar y mentalmente viaja a 1963, cuando los alemanes aterrizaron en la planta de Pimer.


Recuerda cuando conoció a Dieter Rams y, traductor mediante, le explicaba al alemán cómo funcionaba la batidora que él había inventando. Rams asentía interesado, hacía sugerencias y hasta bromeaba. Gabriel supo al momento que iban a llevarse bien.

El vendedor sigue con su discurso sobre lo que vende y lo que no. Mientras, el anciano recuerda los viajes a Alemania después de que Braun comprase Pimer. Allí no faltaban medios, el diseñador tenía rango de ingeniero y a él lo valoraban por ser las dos cosas. Cuando exponía sus ideas sobre el papel todo el mundo escuchaba, aunque no entendieran lo que decía en su castellano con acento catalán. Recuerda también el humo de los cigarrillos en el estudio de Dieter Rams, mientras daban los últimos retoques al Citromatic que diseñaron juntos: “Fácil de operar, fácil de limpiar”.

El español aportaba ingenio, Rams le dio formas adecuadas y una belleza muy discreta.

- Entonces, ¿está interesado en el Citromatic?

- No, no, ehm... perdone, creo que no me hace falta.

El vendedor ve como el hombre y su mujer se alejan cogidos del brazo camino de la escalera y se pregunta quién sería ese abuelo y por qué demonios hacía esas preguntas.


Gabriel Lluelles (Barcelona, 1923-2012) diseñó la primera batidora de mano sin recipiente cuando trabajaba en Pimer (Pequeñas Industrias Mecánico Eléctricas Reunidas). La empresa fue comprada en 1962 por Braun GmbH y la Minipimer —ese era su nombre comercial— se distribuyó bajo la marca de Braun por todo el mundo. 

Lluelles trabajó en contacto directo con Dieter Rams, con quien compartía una filosofía común de diseño. Juntos proyectaron el exprimidor Citromatic, que sigue a la venta cuarenta años después, conservando su diseño original.

En 2006 Braun (ya propiedad de la americana Procter & Gamble) cerró su fábrica de Esplugues, donde se producían minipimers y citromatics para todo el mundo. A pesar de que la planta era rentable, 700 trabajadores fueron despedidos y la producción se trasladó a China, donde los márgenes eran mayores.


Globos terráqueos

Muchas tardes de mis inviernos de infancia las pasaba encerrado en mi cuarto, casi a oscuras, con la habitación iluminada tenuemente por la luz de un globo terráqueo de plástico que me regaló alguien por mi primera comunión. Aquella atmósfera era especial, con la esfera llena de información que brillaba como si fuera un tesoro, una especie de arca perdida. 

Paluzíe fabricó algunas de las esferas más bellas que se vieron en España. Esta, decó, de opalina, está ya en manos de quien sabrá disfrutarla.

Paluzíe fabricó algunas de las esferas más bellas que se vieron en España. Esta, decó, de opalina, está ya en manos de quien sabrá disfrutarla.

Hay algo muy especial en los globos terráqueos. No me refiero a lo bella que puede ser su luz, tamizada por fronteras y orografías. Es el hecho de que sea información bidimensional tangibilizada: una representación a escala de nuestro planeta que podemos tocar, girar, mirar de abajo a arriba y de lado. Podemos acercar la cabeza y ver sus detalles microscópicos como si fuéramos gigantes del tamaño de Venus.

Parece una tontería pero no lo es, ojo. Los globos están ahí desde muchísimo antes de que el hombre saliera de la tierra y la viera desde fuera. De hecho, el primer globo terrestre, o al menos el primero del que se tiene constancia, es de 1492. Se trata de un invento de Martin Behaim, que se hizo unos cuantos viajes para estar seguro de que iba bien encaminado. Su Erdapfel, sin embargo, quedó obsoleto pronto porque aunque fuese alta tecnología de inteligencia (al servicio de su Majestad el Rey de Portugal) ¡aún no mostraba el continente americano!

El Erdapfel (la tierra-manzana), que si te gusta, oye, pues te compras un facsímil.

El Erdapfel (la tierra-manzana), que si te gusta, oye, pues te compras un facsímil.

Cuando vives entre los árboles es muy difícil que llegues a ver el bosque. Los globos terráqueos te dan eso, la vista de bosque, el todo. Lo hacen mejor que los mapas porque tienen esa dimensionalidad, ese poder verlo todo de un vistazo. 

Visto desde la teoría de Aicher (yo siempre barriendo para casa) el globo es quizás el más puro de los ejemplos de información sintética: te da primero la vista de conjunto, donde todas las partes entran en relación. Luego, el ojo y la mente deciden hacer zoom y buscar el detalle. La información detallada es, así, mucho más valiosa, pues ya está puesta en contexto.

Para quienes no estén familiarizados con las diferencias entre información analítica y sintética, un ejemplo rápido, también con mapas: Cuando el navegador del coche te muestra el trayecto (imagen de la izquierda), te da información sintética, el todo. Cuando te muestra pasos del itinerario (a la derecha), te la da analítica, encadenada y secuencial. Podría sólo darte instrucciones secuenciales y llegarías al destino, pero nunca habrías entendido del todo qué ruta habrías hecho.

Tomtom, antes de empezar te da la sintética, durante el recorrido la analítica.

Tomtom, antes de empezar te da la sintética, durante el recorrido la analítica.

Dirá alguien que un mapa es tan sintético como un globo terrestre. Sí, bueno, depende. O Google Earth, con su capacidad de zoom casi infinito. No digo que no, pero no son tan poderosos en síntesis. Una representación en 3D completamente manipulable es imbatible para según qué cosas, para contar lo relativo. Con todo su poder y granularidad, Google Earth o Maps no dejan de ser un mapa bidimensional, por muchos niveles de zoom que tengan. y, mientras la resolución de pantalla sea limitada, nos tendrá que filtrar información en cada vista y perderemos visión sintética. Siempre veremos una ventana. Y esa ventana siempre dejará fuera algo, habrá que elegir entre detalle o contexto:

Cosificar la información, materializarla, convertirla en átomos ordenados de la misma forma pero en otra escala, es un instrumento muy potente. Pensemos, por ejemplo, si esos mapas para turistas que hay en el centro de las ciudades fueran, en lugar de un papel bidimensional colocado en vertical, una maqueta en 3D puesta en horizontal, como probaron en Chicago. Ocuparían más espacio, pero se mapearía mucho mejor el territorio y el visitante se construiría un modelo mental de la ciudad mucho más rápidamente.

Ha habido muchos intentos de representación espacial en digital. Los que más interesantes me resultan son, quizás, los macroscopios como el de la ya difunta Berg: un plano bi-tridimensional que muestra el interior y el exterior de Manhattan simultáneamente:

Gracias a la maravillosa caché de Google, aquí se puede leer algo más.

Gracias a la maravillosa caché de Google, aquí se puede leer algo más.

Me pregunto si llegaremos a ver globos terráqueos digitales en los que elegir qué ver y quizás, si son holográficos, agrandar para ver más detalle sin perder el conjunto.

Si llega ese día, será bonito poder ponerles el “skin” Paluzie o Dalmau, haciendo homenaje a los clásicos de la didáctica geográfica en español. Si llega ese día, decía, y me lo puedo pagar, tendré uno en el dormitorio para que alumbre las tardes oscuras de invierno.

 

 

NOTA PARA GEOFREAKS: Si de verdad de verdad te interesa el tema de los globos terráqueos, te recomiendo que vayas a la fuente de fuentes: Terrestrial and Celestial Globes, their history and construction including a consideration of their value as aids in the study of geography and astronomy (1921) de Edward Luther Stevenson para la Hispanic Society of America, disponible entero gracias al Proyecto Gutenberg.

Vasos de whisky

Hay veces en las que la forma y la función no es que se sigan ni vayan de la mano, es que copulan emitiendo ondas de placer que recogen todos los sentidos. Eso mismo sentí cuando brindé con esta preciosidad:

No hablo del whisky ¡que podría! sino del vaso, diseñado por Rikke Hagen para Normann.

Esas diagonales —tan escandinavas— le van perfectas al whisky, que necesita un vaso con el cuello algo más estrecho por arriba para retener mejor el aroma. La base también es bella y funcional a la vez: pesa pero no demasiado y pide descansar sobre la palma de la mano, algo que ayuda a calentar ligeramente el whisky, haciendo que se desprendan más sus aromas.

La página de producto de Normann (muy bien diseñada, por cierto) tiene una galería de fotos destacable. Las que siguen, sin embargo, las he hecho en casa hoy mismo:

Los vasos no los descubrí yo, fueron el regalo de cumpleaños de Sandra. Los llenamos de esta maravilla y brindamos por mis recién estrenados cuarenta.

Cuchillas honestas

Mi abuelo tenía un kit de afeitado sencillo y modesto, muy bonito. Además era compacto y muy práctico. Hace poco mi madre me lo regaló. Ahora es de las pocas cosas materiales que conservo de él, además de un buen puñado de genes. El kit es una cajita metálica con una maquinilla enroscable en tres piezas junto con algunas cuchillas sueltas de la marca “Celeste BETER”:

Aunque las cuchillas del estuche están sin usar y en perfecto estado, decidí comprar nuevas por reproducir la experiencia. Acostumbrado a la publicidad y el packaging exagerado del material de afeitado masculino, me llevé una sorpresa al ver cómo Gilette empaqueta y vende sus hojas de afeitar.

La caja, sin abrir, comprada hace dos semanas.

La caja, sin abrir, comprada hace dos semanas.

Sí, Gillette Platinum, nada más. Identidad corporativa reducida al mínimo, packaging sencillo y dentro hojas de afeitar. Punto.

¿Dónde estaban las alusiones a los coches deportivos, a la única Tecnología Sónica Inteligente  o a mujeres lubricando mientras se frotan contra tu cutis recién afeitado? ¿Dónde estaban los diseños futuristas de cinco materiales diferentes, docenas de texturas y aerodinámicas imposibles? ¿Dónde estaba el High Tech?

¡¿WTF?!

¡¿WTF?!


No alcanzo a entenderlo. No comprendo por qué Gillette ha sido honesto en su envase y su mensaje, por qué no ha jugado a las evocaciones, al diseño de representación que tanto criticaron los modernistas desde Loos a Aicher. Por qué no nos ha tratado de vender un estilo de vida en lugar de unas hojas de acero afiladas. Parece como si hubieran mantenido el mismo envase e identidad de hace medio siglo.

Existe en flickr una maravillosa colección de paquetes de cuchillas que merece la pena ver

Existe en flickr una maravillosa colección de paquetes de cuchillas que merece la pena ver

Lo primero que pensé fue que quizás su público objetivo —gente mayor que se afeita a la antigua— no se puede identificar con las ideas de juventud, tecnología y velocidad que se suelen usar para vender cuchillas hoy. Y que quizás por eso el packaging de hojas de afeitar no ha sucumbido a la absurda evolución de los últimos 30 años.

¿Qué ha pasado con los hombres de hoy que necesitamos juguetes y no herramientas para afeitarnos? (foto de Evolution in the Bathroom)

¿Qué ha pasado con los hombres de hoy que necesitamos juguetes y no herramientas para afeitarnos? (foto de Evolution in the Bathroom)

Pero eso no es así. No es que la tercera edad no sea susceptible de engaños evocativos. Ese segmento es, a menudo, el más bombardeado con mentiras y diseño cargado de falsas promesas.

Quizás ese diseño tan sencillo y directo sea porque hoy en día las hojas de afeitar tienen otros usos más diversos y distintos de los de mi abuelo, difíciles de targetear y por tanto no compensa adornar los mensajes. O quizás sea que en algún rincón de Gillette hay un departamento pequeñito, con poca visibilidad e ingresos moderados, de gente honesta que símplemente se preocupa por tener un producto decente y envasarlo convenientemente.