De sticker a pegatina de verdad

Poniéndome al día tras unas breves vacaciones, recibo con alegría una carta manuscrita (qué delicia) de Jordi Mon, quien tiene el detallazo de mandarme algunas de las pegatinas que ha hecho a partir de los stickers de Tramontana para Telegram: Dieter Rams y Jony Ive.

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Los adhesivos llegan en un momento divertido: Ive, harto de ordenadores y mandangas dice que se pira, que le dejemos en paz, que él lo que quiere es hacer lo que le plazca y por eso ha llamado a su empresa LoveFrom. Nadie podrá decir que no anticipamos ese momento:

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Jordi, moltíssimes gràcies pel detall 😊

2012, sistemas y modo oscuro

Hoy, con buena intención, alguien me ha sugerido que me pusiera las pilas en sistemas de diseño y me ha hecho viajar al pasado. 2012 fue el año en el que empecé a hablar en público de sistemas de diseño. Fue en la primera edición del UXSpain y esta fue mi charla:

Recuerdo que parte de la audiencia me miraba raro. Por las reacciones deduje que muchos no habían entendido bien el valor de los sistemas, en un momento en que todo se diseñaba de manera tremendamente artesanal.

En esos años ya llevábamos varias ediciones del Programa Vostok y habíamos hecho algunos viajes a Ikea a ver, manosear y entender de cerca lo que era un sistema, aunque no fuese en lo digital. No teníamos a mano las estanterías Vitsoe de Rams ni los conjuntos de Gugelot, pero podíamos ir a ver las Billy, la versión low cost de los suecos.

Para nosotros no había otro camino que hacer "diseño sistémico". Así lo llamábamos y si me preguntáis os diré que hay una diferencia sustancial entre diseñar sistemas y diseñar sistémicamente, pero ahora no viene al caso.

En los eventos de entonces se criticaba mucho que los ponentes hablasen de conceptos sin mostrar ejemplos o trabajos propios. Por eso, en ese UXSpain decidí enseñar algunos nuestros que, ya en 2012, se habían hecho aplicando conceptos de diseño sistémico al 100%. Mostré Minube, Planetaki, Floresfrescas o Ducksboard, entre otras; pueden verse al final de la presentación. Algunos de esos ejemplos ya hacían uso de lo que ahora se llama dark mode ¡En 2010!

Vista con distancia, esa charla me parece ahora algo naïve. Los años, algunas experiencias, lecturas y una pizca de madurez me hacen ser un poquito más escéptico con los sistemas de diseño, pero no con la aproximación sistémica al diseño. Son cosas distintas, como digo, y me apetece desarrollar ese matiz en otro momento. Por ahora paro aquí, rescatando esta presentación con mi diatriba de abuelo cebolleta.

Tengan buena tarde.

Doppelgänger

Tenía que pasar: tarde o temprano todos encontramos nuestro Doppelgänger. Y si el mío existía, era muy probable que fuera ahí, en Alemania. Ha aparecido en el metro de Berlín, en las vallas publicitarias, en una campaña del gobierno alemán por la especialización en IT (o algo así creo entender).

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Tenía que pasar, digo, porque la mía fue la infancia de un chico con pinta de guiri precisamente en Mallorca, donde los turistas se me acercaban y me hablaban directamente en alemán. Mi padre me enseño a decir “Danke”, me dijesen lo que me dijesen, como para quedar bien.

Aquí la imagen según aparece en la web:

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Estoy que no sé si contactarles para conocer al muchacho, reclamar derechos de imagen o ponerme la foto de perfil.

Colmena McDonalds

El McDonalds más pequeño del mundo es una colmena de abejas. Lo he visto con la ilusión de que fuese obra de un artesano que se dedicase a hacer colmenas miniaturizando edificios famosos. En mi imaginación había hecho un McDonalds, una reproducción de la Ópera de Sydney, una Sagrada Familia y ahora estaría trabajando en la Villa Savoy, por salirse un poco de la arquitectura monumental.

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Pero no.

Es una acción promocional de McDonalds Suecia. Están instalando colmenas en algunos de sus edificios y necesitan contarlo de una forma original. 

El trabajo lo ha hecho el escenógrafo sueco Nicklas Nilsson, que es un jambo escandinavo con cara de malas pulgas. Ni rastro del abuelete artesano que yo me había imaginado.

(Vía Present & Correct)

Belchite

A cañonazos y a tiros, de un bando y del otro. Así mataron a Belchite durante la Guerra Civil. Un pueblo bello que, en la ceguera del combate, fueron cercenando, mutilando, perforando y derrumbando hasta que sólo quedaron piedras y el cierzo, que parece que aquí sople más frío y silbe más fuerte.

Paseo por sus calles de noche y siento el escalofrío.

Casi todos murieron. Los pocos que sobrevivieron se marcharon y dejaron calles, casas e iglesias derruidas a las que nunca quisieron volver; el pueblo había muerto.

No habría imaginado que un lugar desierto y ruinoso, sin una sola alma era donde mejor se podría entender la vida.

Fotos tomadas con la cámara a pulso, sin trípode, de ahí lo excesivo del ISO.

Fotos tomadas con la cámara a pulso, sin trípode, de ahí lo excesivo del ISO.

Los Chichos del funcionalismo

¿Se acuerdan del libro aquel de hace un par de notas? El que fue mi primer libro de diseño, el hurto… ¿Recuerdan? El caso es que lo escribió Jens Bernsen, que es un divulgador de diseño danés, como su nombre insinúa. También el contenido del libro descarga hacia esa mentalidad, diseño desde un punto de vista muy funcional, motivado por la eficiencia y la economía, sin emociones, poco sensorial o narrativo. Además, para más inri danés, pone como ejemplo de diseño de identidad a Carlsberg. Este chovinismo escandinavo tan correcto y sonriente, ¿eh?

El caso es que apatrullando la internet en busca de más información sobre Mr. Bernsen me topo esta fotografía de 1995, en la que aparece en actitud amistosa con alguien muy querido en esta casa. ¿Lo reconocen?

Los Chichos del funcionalismo modernista. El de enmedio…

Los Chichos del funcionalismo modernista. El de enmedio…

¡Dieter Rams! Qué pequeño es el mundo y qué encaminado iba yo sin saberlo ya en esa adolescencia mía. A su derecha Alexander Manu y a su izquierda Jens Bernsen.

Intuyo que en esa época, Dieter Rams todavía no veraneaba en Blanes poniéndose hasta las orejas de sangría y torrándose con tono salmonete. Ciertamente, los stickers de Tramontana que le hicimos honran una etapa posterior.

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De ruta por Urano

Google Maps nunca defrauda cuando se trata de encontrar rincones exóticos, pintorescos o extraños. Ando preparando una escapada en coche para hacer fotos de ciertos paisajes y lugares y esta vez, la aplicación de mapas tampoco ha defraudado.

Aquí la vista satelital del lugar al que quiero acercarme:

Y aquí la vista de Streetview, a pie de carretera:

Uno pensaría que voy a adentrarme en algún planeta ignoto, iluminado por dos soles viejos y con vida inteligente.

Adolescencia, franciscanos y un libro de diseño

Cuando terminé la enseñanza básica, mis padres, gente de clase media, me mandaron a estudiar a un prestigioso colegio religioso de Palma de Mallorca: el Sant Francesc. Debían de querer que no me desbaratase en los estudios o que se me pegase algo de los hijos de las élites locales, aunque nada de eso ocurrió. El caso es que el plan formativo que me habían diseñado venía con pensión completa en el internado del colegio; a saber, iba a vivir con una treintena de chavales entre los diez y los dieciocho años, en un convento franciscano del s. XIII, el mismo en el que estudiaron los evangelizadores de California (Fray Junípero Serra incluido).

El internado era de lunes a viernes: estudiábamos, comíamos y dormíamos en el mismo sitio: la tercera planta del convento, encima de la de los frailes, que iban con su hábito, su capucha y su cuerda a la cintura, como uno se imagina a los frailes franciscanos en su convento.

Este es el claustro del convento de Sant Francesc. Ahí en la parte del ciprés, tercer piso, andábamos los “pensionistas”.

Este es el claustro del convento de Sant Francesc. Ahí en la parte del ciprés, tercer piso, andábamos los “pensionistas”.

El tema da para contar mil historias, anécdotas casi todas divertidas vistas con distancia, y alguna no tanto, pero nada traumático. Sin embargo hoy no toca eso. Voy a lo que voy: el caso es que yo, un chaval en pleno desarrollo, con los músculos y los huesos a todo crecer, andaba siempre con hambre. Los franciscanos eran partidarios de la frugalidad en lo alimenticio; la de sus alumnos de sus alumnos, no la suya, por decirlo suavemente, y siempre andábamos con hambre. Andábamos caninos.

Los que sacaban notas decentes tenían derecho a salir un par de horas por la tarde a pasear por la ciudad. Yo aún era de esos. Se aprovechaba ese rato para ir a comprar un bocadillo con algo más de chicha que el que nos daban para merendar. El caso es que yo, con mis quinientas pesetas de asignación semanal, no solía tener para grandes fastos. En realidad el segundo día de la semana ya me había gastado todo el dinero en comida y andaba pobre el resto de la semana. Pobre y hambriento. Que sí, que podía pedir a mis padres, pero me daba apuro; suficiente costaba el colegio como para estar pidiendo más dinero. Total, que algunas semanas acababa matando el hambre con pipas de girasol que compraba a granel en una tienda de animales: medio kilo por cincuenta pesetas. Merendaba lo que los loros.

El hambre y la pobreza no lo eran sólo de alimento. Andaba con ganas de aprender cosas pero tampoco tenía dinero para libros. La biblioteca del colegio era impresionante, como de película, con sus incunables y sus estanterías centenarias, pero no tenía muchas cosas modernas. Así que me daba paseos por librerías y hojeaba libros todo el rato que podía hasta que empezaban a mirarme mal y continuaba con mi paseo.

Una primavera, más o menos por estas fechas, se celebraba en la Plaza España la feria del libro. Recuerdo que era una tarde soleada y que fui solo a darme un paseo por allí. Para mi era uno de los acontecimientos más interesantes del año. Miles de libros nuevos, de temas que ni podía imaginar que existiesen. Podía hojear durante horas sin sentirme presionado.

Paseando entre puestos lo vi, moderno, misterioso, anunciando algo seductor y desconocido, invitándome a hojearlo:

“Diseño ¿Para qué?” de Jens Bernsen. O mejor dicho, diseño, ¿por qué no?, pensé yo. ¿Qué encerraban esas páginas? ¿Qué era ese objeto con forma de armadillo espacial? En mi mundo no existían libros como ese. Y yo quería viajar al mundo de ese libro. Me llevé la mano al bolsillo pero sólo había pipas de girasol sin tostar, los restos de la merienda.

Ese libro y yo nos habíamos declarado amor, pero era una historia imposible. No recuerdo lo que costaba pero seguro que superaba la asignación semanal y además no estábamos a principios de semana, con lo que sólo me quedaba resignarme… ¿O no? En cuestión de segundos mi cerebro se puso a buscar caminos no para conseguir el dinero, sino para conseguir poseer aquel libro. Y los encontró. Me hice la pregunta que necesitaba hacerme. Si robar para saciar el hambre es aceptable, ¿Estaba mal robar para saciar el apetito de conocimiento?

Debí de pasar por delante del stand de esa librería unas cinco o seis veces, dudando, enfrentándome al dilema, evaluando opciones, maniobras, vías de escape y consecuencias. ¿Y si me pillaban? ¿Avisarían a Fray Riera, el responsable del internado? ¿Me expulsarían? ¿Habría merecido la pena?

Recuerdo la adrenalina y los pasos acelerados, alejándome sin mirar por si girar la cabeza me delatase. Lo había hecho, había robado un libro. No cualquier libro, el que más deseable, interesante y maravilloso del mundo. Uno que hablaba del futuro, de tecnología y lugares muy diferentes de mi internado franciscano ¡Hablaba de diseño!

Pasaron los años y me olvidé del libro y del diseño. Empecé Ciencias Políticas y Sociología sin pensar más que en las ciencias sociales y no fue hasta tercer que fui derivando hacia el diseño de nuevo. Con el tiempo, el diseño se convirtió en mi profesión, pero nunca me vino a la cabeza ese libro ni mi interés adolescente por el tema; era como si ese libro y el pecado adolescente que lo puso en mis manos no hubiese sucedido nunca.

Años después, en una visita a mi Madre me puse a rebuscar libros de juventud que llevarme a Madrid. Y allí estaba entre uno de cuentos de Ray Bradbury y algo de Asimov. Lo releí, de pie (es breve), de una vez, y me pareció que para ser de 1989 no podía ser más actual. Me dejó pensativo y sonriente, preguntándome si realmente esa fue la semilla que me convirtió en diseñador, dudando de nuevo sobre si hice bien o no robándolo, pero sintiéndome feliz de haber unido esos puntos.

No recuerdo el nombre de la librería dueña de ese stand (dudo que me fijase siquiera aquel día) pero desde luego me haría muy feliz poder saberlo. Iría a pagar mi deuda, a disculparme y a agradecerles que aunque muy probablemente me viesen, decidiesen dejar que ese muchacho se llevase el libro aquel que le tenía embelesado.

Categorías para el blog

He incorporado un menú de categorías en el blog, para que sea más sencillo encontrar y descubrir posts pasados.

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Aunque empecé este blog en el año 2000, la versión actual tiene artículos sólo desde 2014 aproximadamente. No son muchos, pero ahora que he eliminado mi actividad en Medium y reducido a mínimos la de twitter e instagram, intuyo que crecerá bastante. Mi intención es usarlo para cosas breves, fotos, etc. además de los artículos sesudos de rigor. Espero que te sean útiles.

Pensar una taxonomía no es sencillo; se mezclan las muchas facetas que tiene cada post con la necesidad de acotar, con el marco conceptual que vive en mi cabeza y las muchas formas de fijarse en algo: ¿Clasifico desde los temas, desde el tipo de actividad, desde el resultado? Al final esta es la taxonomía que he aplicado:

  • Belleza

  • Funcionalidad

  • Reflexión

  • Técnica

  • Teoría

  • Historia

  • Enseñanza

  • Libros

  • Proyectos

  • Profesión

  • Fotografía

  • Personas

  • Miscelanea

Adiós Medium

Poco a poco los he ido pasando a este blog, reformateándolos, pegando las imágenes, arreglando algunos links... Me han quedado algunos en borradores a falta de corregir algunas cosas, pero el trabajo gordo ya estaba hecho; todos los artículos transferidos.

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Hace unos meses fue Linkedin, ahora Medium. No sólo quiero ser dueño de mi contenido, también de mi posicionamiento: que cuando alguien quiera saber de mí llegue a mi blog, no a la página que una startup ha decidido conforme a lo que considera que le genera mejores métricas, tracción o recurrencia.

Con twitter hice ayer parecido, aunque no borré la cuenta del todo. Asumo que la mayoría de gente ya no usa lectores de feeds (rss) y por tanto no tienen modo de saber cuándo escribo algo nuevo; así que he decidido parasitar twitter y usarlo no para hablar, no para responder, no para likear, sino para comunicar las actualizaciones de mi blog. 

Poco a poco vamos reconquistando lo que nunca debimos ceder.