Alma, de santana

Escribe Javi Santana sobre cosas con alma con ese estilo tan suyo, natural, nada pretencioso y diría que hasta modesto. Y sin embargo, lo que dice tiene calado, siempre. Empieza así:

En el año 1999 un fulano se presentó al rally París-Dakar con un coche perdedor. El Dakar es un rally que dura unas dos semanas, pasa por caminos de cabras, dunas y otras tantas sendas donde un coche de calle no avanzaría ni un palmo […]

Pero lo ganó.

Me encuentro en su último post, mucho. Vivo rodeado de ‘cosas’ cuya esencia y belleza están por encima de la practicidad, cuya utilidad está no sólo en el uso sino en el placer que ese uso le aporta al alma; cosas a todas luces costosas y difíciles de justificar desde lo racional. Y sin embargo, estoy preparado para justificar la existencia y la posesión de cada una de ellas.

Jack London vs Adolf Loos

En 1906, Jack London publicó un ensayo titulado The House Beautiful, traducido al español como “La casa bella”. En él, deriva la idea de belleza de la de utilidad, usando como ejemplo el diseño de las embarcaciones. Después dedica unas páginas a explicar por qué cree que la arquitectura de su momento y lugar (San Francisco, principios del s.XX) está cargada de mentira.

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Me permito transcribir algunos párrafos:

Una columna, cuándo es un objeto útil, es bella. Las columnas de madera estriadas clavadas en la estructura de mi casa no son cosas útiles. No son bellas. Son pesadillas. No solo no aguanta ningún peso, sino que ellas mismas son un peso que perjudica a los soportes de la casa. Algún día, cuando tenga tiempo, ocurrirán con seguridad una o dos cosas. O bien iré y mataré al hombre que perpetró esa atrocidad, o si no, tomaré un hacha y haré saltar esas mentirosas tablas estriadas.

[…]

Una cosa debe ser verdadera, o de lo contrario, no es bella, igual que no es bella una libertina demasiado pintada, ni es bello un rascacielos que es intrínseca y estructuralmente ligero pero que tiene exteriormente un aspecto falsamente macizo de columnas de yeso.

[…]

Una casa honrada dice la verdad sobre sí misma.

La sensación de déjà vu al leer el texto es tremenda ¿La sientes tú como yo?

Tras terminar el librito he ido corriendo a verificar fechas en la Wikipedia. Y efectivamente, el texto de Jack London es anterior, por cuatro años, a Ornamento y delito, de Adolf Loos. Parece que al patriarca enfurruñado del movimiento moderno se le adelantó un americano algo más pragmático y menos intelectual, pero con ideas muy similares.

Se me hace divertido imaginarles juntos, dándose la razón respecto a adornos y casas, molduras y cenefas. Después, en algún momento entre pipas y licores, Loos sacaría el tema de los tatuajes: “una persona moderna que se tatúa es o bien un criminal o un degenerado”, a lo que London respondería: “muéstrame un hombre con un tatuaje y te mostraré un hombre con un pasado interesante” y de golpe, lo que empezó alineado, acabaría como una pelea de insultos y reproches cruzados.

Trigo

Me ha deleitado este trabajo fotográfico titulado Trigo, porque me evoca tardes de verano perdido conduciendo por carreteras secundarias, en este enamoramiento mío por Castilla, tardío y definitivo.

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La Red Nacional de Silos, impulsada en su origen por el Servicio Nacional del Trigo (fundado en 1936 durante la Guerra Civil Española) fue un proyecto desarrollado a partir de 1940 que pretendía dotar a las zonas agrícolas españolas de una serie de almacenes de cereal (silos y graneros).

[…]

Trigo nace con el objetivo de realizar una reflexión acerca de la despoblación y el abandono de los pueblos, provocados por la evolución de la sociedades hacia los grandes núcleos de población, empleando para ello como hilo conductor, el estado actual de algunos de los silos o unidades de almacenamiento de la red secundaria de la provincia de Palencia.

Trigo es un proyecto fotográfico de Víctor Quintana.

Mark anda

A Mark le gusta andar, andar mucho. Hace unos días entregamos un trabajo en Barcelona. Él fue con billete sólo de ida, “desde allí andaré, Javier” me dijo. Tras la reunión se echó la mochila al hombro y empezó a caminar: Montserrat, Igualada… Y sigue, haciendo el Camino de Santiago desde la vertiente catalana.

Mark mantiene un blog de reflexiones personales que ahora lo son de su experiencia viajera. Recibo sus posts con ilusión. Me parecen genuinos, propios, limpios de tendencias, contextos y modas. Y disfruto con los videos que está haciendo. Desde su simplicidad, cuentan muchísimo. Me dejan pensativo.

Clasicismo versus Barroco, una clasificación para lo humano

Anoche me terminé “Lo Barroco”, de Eugeni d’Ors, publicado hace casi cien años. Menudo librazo. Aún me tiemblan las rodillas de lo duro que me ha dado, de lo fuerte que ha apuntalado algunas ideas que no son sólo sobre lo artístico, sino enteras y completas cosmovisiones, aplicables a absolutamente todo…

Obviamente, al diseño también.

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He hecho una síntesis que transcribo a continuación en forma de tabla, pero antes necesito dar tres ideas clave:

  1. Lo Barroco para d’Ors no es un momento histórico, igual que el brazo o la cabeza podrían ser las partes de un cuerpo, sino un sistema que aplica a toda la historia igual que lo es el sistema circulatorio o el nervioso en el cuerpo humano. Lo barroco existe desde las cavernas hasta hoy, en diferentes acepciones, porque es una actitud, no un estilo plástico. Es la actitud de la tensión y la emoción, del sentimiento y lo vitalista. Por tanto, antes de seguir leyendo nos olvidamos, por favor, de barroco como sinónimo de recargado o como el periodo artístico posterior al renacimiento, que esa acepción pasó a la historia hace mucho. Barrocos son los estilos góticos, románticos o hasta el flamenco, si nos ceñimos a esta forma de entenderlo.

  2. Lo Barroco existe por oposición a Lo Clásico, lo que proviene de la idea de Grecia y Roma, fuente espiritual del renacimiento, el neoclásico y todos los momentos en los que la racionalidad y lo estructurante han predominado. Lo Clásico, el clasicismo, es Atenas, pero también Roma, Kant, el socialismo, casi todo Corbusier y todo el movimiento moderno, culminado en la Escuela de Ulm, Braun —y Dieter Rams, claro que sí— en el ámbito del diseño.

  3. Tanto Lo Barroco como el clasicismo son constantes históricas, cosmovisiones dicotómicas que se trenzan en el devenir de la historia. A esas constantes las llama d’Ors los eones.

Expuestos estos tres puntos, aquí va mi tabla resumen de las colisión entre ambas cosmovisiones:

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La idea de hacer una tabla así me viene del magnífico trabajo de síntesis que hizo Leonard Koren en Wabi-Sabi for Artists, Designers, Poets, que ya reseñé en este blog hace once años. En ella Koren contraponía el Wabi-Sabi al modernismo ¿Y sabéis qué? Que atendiendo a la fecha de publicación de ambos libros, creo que ambos, Koren y d’Ors, nos concederían que el Wabi-Sabi es en realidad una forma más de Barroco, igual que el modernismo es obviamente una forma de clasicismo (no en vano empiezo siempre la clase sobre modernidad en el Programa Vostok hablando de la Escuela de Atenas y el Timeo).

Leído y contado todo esto, es obvio que podríamos añadir más elementos, referencias, nombres, ideas a esa tabla para hacerla nuestra. Las dicotomías más evidentes, que me vienen ahora a la cabeza, son estas:

Ulm vs. Cádiz
Centroeuropa vs. el Mediterráneo
Sistemas vs. narraciones
Culturas Protestantes vs. culturas protestantes
Kraftwerk vs. Morente
Utilitas vs. Delectus
Silicon Valley vs. Sicilia
Neutralidad vs. pregnancia
Nutrición vs. gastronomía


¿Se os ocurren más?


Lo Barroco según d'Ors

Me hice, no hace mucho, con una antigua edición de “Lo Barroco”, del filósofo Eugeni d’Ors que empieza tremenda; en breve te cuento por qué. La edición es deliciosa y la estructura, compuesta por ensayos breves sobre esto y lo otro, actúa como un puzzle de piezas sueltas que poco a poco van uniéndose, construyendo una imagen general de lo que el autor quiere contar.

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Quizás a sabiendas de ese efecto de puzzle —es un poco desconcertante al principio— y por mantener la motivación del lector durante todo el libro, d’Ors se marca un párrafo de esos que ya dan sentido a un libro entero:

Siempre que encontramos reunidas en un solo gesto varias intenciones contradictorias, el resultado estilístico pertenece a la categoría del Barroco. El espíritu barroco, para decirlo vulgarmente, “no sabe lo que quiere”. Quiere, a un tiempo mismo, el pro y el contra. Quiere —he aquí estas columnas, cuya estructura es una paradoja patética— gravitar y volar. Quiere —me acuerdo de cierto angelote, en cierta reja de cierta capilla de cierta iglesia de Salamanca— levantar el brazo y alzar la mano. Se aleja y se acerca en la espiral... Se ríe de las exigencias del principio de contradicción.

¡Qué interesante la visión de lo barroco de Eugenio d’Ors! Para él no se trata de un periodo cronológico en la historia del arte sino de un sistema de creencias, una forma de interpretar el mundo que, en mayor o menor medida, existe desde tiempos inmemoriales. Una actitud más que un estilo.

Esos equilibrios entre opuestos de los que habla D’Ors —que no son los términos medios, lugares de tedio y mediocridad, ojo— me resultan tremendamente seductores. Esos bailes entre la seriedad y el humor, lo cálido y lo frío, los análisis y las síntesis, los macroscopios, Apolo y Dionisio, como diría Tusquets… Esas espirales existen igual en fotografía, diseño, escritura, cocina o hasta en enología. Ahí está la verdadera evocación, lo que permea, lo que nos mueve.

Christopher Anderson y la intimidad

Hasta hoy no conocía el trabajo de Christopher Anderson, fotógrafo de Magnum que, según él mismo cuenta, cambió de la fotografía de acción a una fotografía mucho más intimista, de momentos y atmósferas. Su trabajo me ha recordado al de mi admirado J. M. Navia, quizás con texturas más limpias, menos wabi-sabi, si me lo permitís.

© Christopher Anderson

© Christopher Anderson

Dice Navia que no le interesa fotografiar lo exótico porque lo exótico sorprende siempre a quien no lo conoce pero carece de valor para el que está expuesto a ello, que la dificultad está en fotografiar lo conocido, porque ahí está el mirar hacia adentro. Viendo las fotos de Christopher Anderson veo justo eso: un hombre de Nueva York siendo capaz de encontrar lo íntimo en su entorno inmediato, de trasladarnos una calidez de sentimiento (y cromática) muy especial.

© Christopher Anderson

© Christopher Anderson

Es curioso cómo escuchando hablar a un fotógrafo de lo que le interesa ya puedes anticipar el tipo de fotos que hará. Quizás sea por la calidad humana que transmiten o por el tipo de cosas de las que hablan… Con Anderson me ha pasado eso; le he descubierto desde un video de Vice y antes de llegar a ver sus fotos ya sabía que me gustarían. Este es el video:

Al principio del post hablaba del cambio a una fotografía más intimista y se me olvidaba decir que, como cuenta Anderson, tuvo que ver con su paternidad —a todos nos cambia un poco el modo de ver el mundo— y eso me da la excusa para cerrar con esta bellísima imagen.

© Christopher Anderson

© Christopher Anderson