Cuando Louis Hubert Lyautey estaba en África, le pidió a su jardinero que plantara un árbol cuya copa le parecía especialmente majestuosa. El jardinero le informó que un árbol de ese tipo tardaba doscientos años en alcanzar su madurez. “En ese caso -ordenó Lyautey- no hay tiempo que perder. Plántalo hoy mismo.”
Extraido de Consejos —no solicitados— para conservadores.