Monasterio de Piedra y la ideología en el diseño
Estuve hace no mucho en el Monasterio de Piedra, cisterciense y desamortizado por Mendizábal en el s. XIX. Una familia catalana de industriales filántropos lo adquiere al momento y lo acondiciona para uso hotelero. A la vez, acondiciona un bellísimo paraje natural lleno de cascadas y naturaleza para los paseos de la sociedad cultural y burguesa de la época, imbuidos del romanticismo del momento. Me refiero a esa idea —tan dueña de aquel momento— que decía que los orígenes de nuestras culturas estaban en la piedra vieja del medievo y su esencia en la naturaleza; a ambas había que volver e incluso recrearlas, si fuese necesario, para ser fieles a nuestro pueblo.
El momento fue fascinante: se estaban conformando las dos grandes fuerzas del s.XIX: el nacionalismo y el internacionalismo, ambas confrontadas. El primero se alimenta de Hegel y su idea del Volksgeist, el espíritu del pueblo. Se construye recreando un imaginario de esencias identitarias: tipografías, leyendas, símbolos, lugares, artesanía, músicas, poesía… Toda una construcción narrativa a muchos niveles que diseñaba un “quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde debemos volver”.
Ese mismo espíritu que salva de la destrucción al Monasterio de Piedra y lo recupera junto a su paraje natural es el mismo que le pone una aguja que nunca existió a Notre Dame o forra un barrio viejo de Barcelona de una falsa piel de goticidad, como bien cuenta Agustí Cóncola en su tesis doctoral sobre el Barri Gòtic.
Aquí va un ejemplo es-can-da-lo-so que ilustra muy bien lo que describo: el Barri Gòtic de Barcelona, un barrio con apenas edificios originales del gótico, que en el s.XIX se te acondiciona completamente para evocar algo que realmente no fue, pero que enlaza con la idealización de lo que habría gustado que fuese:
El Monasterio de Piedra, el Barri Gòtic de Barcelona, la aguja de Notre Dame, las tipografías vascas y mil cosas más, todas ejemplos del diseño como producto de la ideología del momento, igual que la cafetera italiana Moka, imbuida de Futurismo pre-fascista.
Dos ideas, por tanto: la primera es que el Monasterio de Piedra es un lugar bellísimo que merece ser preservado y visitado (en serio). La segunda que nada, absolutamente nada, se diseña sin la influencia o el impulso de la ideología dominante del momento.
Post Scriptum:
Una de las clases del Programa Vostok la suelo dedicar a explicar precisamente estos temas: cómo las ideas dominantes de cada momento determinan tanto el propósito como el diseño de lo que decidimos producir. Estoy pensando en convertir esa clase en una especie de taller-reflexión para a un grupo de 12-24 personas en septiembre. ¿Te interesaría asistir a algo así? ¿Qué coste verías razonable para una sesión de este tipo, de entre 3 y 4 horas? Por favor, dame tus impresiones en los comentarios.