Recetas de cocina y diseño de información

Hace unas semanas regalé un cómic sobre cocinar y disfrutar de la comida: Relish: my Life in the Kitchen, de Lucy Knisley. Ayer, hojeándolo, me di cuenta de que es un ejemplo perfecto de lo que suelo contar en la primera clase que doy a los alumnos del Programa Vostok: la diferencia entre información analítica y sintética.

Portada de Relish: my Life in the Kitchen

Portada de Relish: my Life in the Kitchen

La forma más analítica de contar cómo elaborar un plato es la clásica: una narración de los pasos a seguir. Cada paso se apoya en el anterior. Te cuento las partes en secuencia y al final obtienes el todo. En La Mafia se sienta a la mesa lo hacen así:

La Mafia se Sienta a la Mesa

La Mafia se Sienta a la Mesa

Sencillo y convencional, ¿verdad? (aunque el libro sea una delicia). Es la misma forma en que contamos novelas o noticias normalmente. Ahora veamos otra aproximación...

Si en lugar de contar las partes contamos el todo, nos queda una forma diferente. Es así como lo hace Relish (página de la derecha):

Detalle de Relish

Detalle de Relish

Te cuento el bosque primero y espero que te vayas fijando en los árboles. No me preocupa tanto la secuencia de la narración como que veas la relación, la posición que mantienen los elementos entre sí. Esa es la forma sintética, la de los mapas y los croquis.

No contamos igual cómo llegar de A a B a alguien que va conduciendo que a alguien que nos lo pregunta en una cafetería, con una servilleta y un bolígrafo. Y hay mil ejemplos más: el wizard de una app, el autodiagnóstico de un coche, el programa de un evento...

Un buen diseñador debe saber elegir bien las técnicas y las secuencias para contar lo que quiere contar de la forma más efectiva. Debe poder entender el contexto y dominar los diferentes enfoques (analítico, sintético y sus grises intermedios) para elegir el mejor.

En Relish, Lucy Knisley combina varias técnicas. Sólo en la foto de arriba se ven dos enfoques, los dos visuales, pero muy diferentes entre sí. Una delicia.

Da gusto cuando te topas con libros que, sin querer, te enseñan sobre dos cosas diferentes: diseño y cocina. Gabriela lo disfrutará pero creo que yo más.

 

Si tienes observaciones, preguntas o quieres compartir alguna experiencia, no dudes en dejar un comentario debajo o twittear sobre ello (puedes usar el hashtag #terremotonet).

Wabi Sabi

Acabo de terminar la lectura de Wabi-Sabi: for Artists, Designers, Poets & Philosophers. Lo leí por recomendación (y préstamo) de socio Jesús. Y yo, a su vez, se lo recomiendo a los pocos que seguís pasando por aquí de vez en cuando.

Wabi-Sabi es un concepto japonés que hace referencia a la belleza de lo imperfecto, lo impermanente y lo incompleto.

Nada es perfecto en la naturaleza, al menos en el sentido geométrico-euclidiano en que lo concibe occidente. Nada es impermanente porque todo está en proceso, todo en la vida nace o muere. Y nada es completo porque si lo fuera, sería perfecto y permanente, porque la completitud no existe en la naturaleza; es sólo una abstracción ideada por el hombre.

Esta estética, surgida alrededor de la vieja ceremonia del té, tiene mucho de melancólico y otoñal. Es la estética de los objetos que envejecen con el uso, que están hechos de materiales orgánicos, que tienen vida propia.

Wabi-Sabi es la madera, el metal oxidado, el cáñamo, la tela cruda, la cerámica…

Lo que más me sorprendió del libro fue la comparación que hace el autor entre el Wabi-Sabi y la estética modernista nacida en Europa con la Bauhaus y reivindicada por la Escuela de Ulm (encarnada en Braun).

Similitudes

  • Las dos se refieren a cualquier objeto, espacio o diseño creado por el hombre.

  • Las dos surgen como reacciones contundentes contra las sensibilidades establecidas. El modernismo surge contra el eclecticismo y el clasicismo del s. XIX; el Wabi-Sabi surge por oposición al perfeccionismo chino del s. XVI.

  • Las dos evitan cualquier ornamentación que no es consustancial a la estructura.

  • Ambas son representaciones abstractas de la belleza.

  • Ambas son claramente identificables por las superficies de sus objetos: el modernismo es pulido, limpio y regular; el Wabi-Sabi es rugoso, imperfecto y crudo.

Principales diferencias

  • El modernismo implica una visión del mundo racional, el Wabi-Sabi propone una visión intuitiva.

  • El modernismo propone principios absolutos; el Wabi-Sabi los propone relativos.

  • El modernismo busca productos fabricables en serie, reproducciones exaxctas; el Wabi-Sabi produce objetos únicos y artesanales.

  • El modernismo expresa su fe en el progreso y mira al futuro; para el Wabi-Sabi no hay progreso ni futuro.

  • El modernismo se basa en la organización geométrica de la forma; el Wabi-Sabi se basa en la forma orgánica.

  • El modernismo usa materiales artificiales; el Wabi-Sabi usa materiales naturales.

  • El modernismo se expresa desde la pureza; en el Wabi-Sabi la corrosión y la degradación enriquecen la expresión.

  • El modernismo es luminoso y brillante; el Wabi-Sabi es oscuro y mate.

El libro me ha recordado la casa del pueblo de mis abuelos. Siempre me gustó fijarme en las herramientas de labranza, en cómo envejecían y eran más agradables cuanto más viejas. La madera se iba puliendo con el uso, el metal de las azadas se corroía por unos sitios y se pulía por los otros, por los que tocaban la tierra. Todas esas herramientas envejecían y lo hacían con mucha dignidad.

Tom Kelley, de IDEO, decía en algún sitio que las personas desarrollamos vínculos emocionales con los productos que envejecen con nosotros (los pantalones vaqueros, las cámaras de fotos, los coches…). El desgaste que experimentan nos recuerda que han vivido con nosotros, que nos han acompañado de cerca.

Los productos de hoy en día envejecen fatal. Quizás porque abusan del plástico, porque apenas tienen materiales orgánicos. Quizás si hubiera más tela o más madera en los gadgets de hoy en día… Quizás si las cámaras digitales tuvieran cuero como las de antes, o el scrollwheel del iPod se desgastase con el uso…