HfG, final.
En 1968, tras muchos conflictos, disputas y problemas de financiación, la Escuela de diseño de Ulm cerró sus puertas. Era primavera y la decisión ya estaba tomada. Su gente, aceptando el final, se relajó y celebró. En esta fotografía del momento hay más corazón que en toda la historia anterior de la escuela.
Hace unos años, al verla y entenderlo todo, le dediqué estos versos:
HfG, final.
Hormigón,
línea recta,
estructura inmaculada.
Pasión desafecta.
Frío, niebla y escarcha.
No conoce lágrima
ni carcajada.
Asepsia transparente.
Desinfecta, desafecta,
estirada.
Apolo joven,
corazón de plexiglás,
entrañas de estireno,
piel de celuloide.
Sístole calculada.
Ese día fue distinto.
A punto de claudicar,
primavera del sesenta y ocho,
facturas acumuladas.
Nada que celebrar.
Y sin embargo,
o quizás por eso...
Tú última lección,
diástole liberada.
Porque todo se derrumba,
sonrisas, vino y cortejo.
Te impartió la clase,
te besó la entraña,
te hizo reír y llorar,
te salvó el alma
Dionisio el viejo.
Este post es parte de las cartas que envío desde “De Ulm a Cádiz”, un boletín donde comparto reflexiones personales en torno al diseño y sus territorios colindantes. Si deseas recibir estas cartas en tu buzón, suscríbete aquí.