Ulm
Nos exponemos a la trascendencia y ella misma crece en nosotros. Una vez que hemos visto dónde y cómo existieron quienes crearon, quienes dieron forma a las grandes ideas por las que nos regimos, sentimos y necesitamos que nuestra existencia esté a una altura digna.
Esa sensación no puede ser mala. Nos exige dar, pensar y trazar más y mejor. Cómo iba a ser eso malo. Exige, eso sí, un ejercicio previo: ¿En qué creo yo? ¿Cuál es mi verdad? ¿Cómo se proyecta en lo que pienso y hago?
Hoy hemos ido doce personas del Instituto Tramontana al archivo de la HfG de Ulm, la escuela que convirtió la modernidad en diseño. Cada uno de nosotros buscaba algo. Algo breve o duradero, ténue o profundo, momentáneo o trascendental… Nadie ha salido indiferente.
Horas después, entre cervezas, algunos hemos verbalizado nuestro sentir: angustia, pequeñez, desorientación, deber… No hay convicción sin duda previa ni belleza sin dolor. Aquí vinimos a sentir, a enfrentarnos a grandes ideas, propósitos y proyecciones. Vinimos a entender a algunos maestros para después abrazarlos y tratar de potenciarlos, o quizás confrontarlos. De aquí saldremos con intuiciones, sensaciones o quizás certezas, nunca indiferentes. El tiempo convertirá todo eso en algo mayor, más denso, más fuerte, más intenso en nuestro interior.
Profesión es profesar. Profesar exige sentir que lo que hacemos viene de antes que nosotros y se proyecta más allá. Somos alumnos de maestros que nos recuerdan que seremos maestros de otros alumnos.
Nuestro deber es decidir qué es lo inmutable y transmitirlo.
No aspiramos a lo viable sino a lo excepcional, no perseguimos lo bueno, sino lo elevado. No vamos a apagarnos en la mediocridad, queremos arder en lo bello.
Ulm nos apela, nos exige. Mostrándonos el pasado nos obliga a desear un futuro, el nuestro. Ulm es una imposión de incógnitas, de preguntas nuevas. Es una fuerza que atrae toneladas de dudas hacia nosotros y que empieza a provocar hilos de ideas hacia afuera, senderos que tornarán en caminos y, quién sabe, quizás en rayos de luz.
La mayoría de fotos no son mías, lo son del grupo que estuvo de viaje y de Cova Canitrot, parte del equipo del Instituto.